Dejar ir.

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Dejar ir: a ti y a mí, a nosotros.

Te dejé ir, por ti, por mi, por nosotros. Porque no te merecía, ni tu a mí. Porque yo era poco para ti pero mucho para mí. Porque era lo que debía de haber hecho hace mucho, dejarte ir. Con tus amigas no tan amigas, dejarte ir con tus mentiras. Debería de haberlo hecho porque sino ahora no estaría llorando frente al espejo, odiándome por no ser ella, por no haber sido mejor, odiándome por haberte dejado ir, aunque fuese lo mejor. Odiándome porque es lo único que puedo hacer. Te mereces que te odie, pero no puedo, solo puedo odiarme a mi misma por haber sido tan tonta, por creerme tus suplicas, por no creerme a mí, a mi mente y a mis pensamientos. Tonta por haber estado contigo, por llorar todas las noches pensando que tenía la culpa de todo lo que me hiciste. Por todo lo que me hiciste sufrir. Pensando que era yo la mala, que por eso me habías fallado, que por eso te había dejado ir. Porque fui yo la que te dejó ir y también fui yo la que lloró cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo por ti. No ella, con la que te vi aquella noche, bajo la lluvia, besándola como me habías besado a mi tantas veces. Aunque a ella si la querías, querías compartir todo con ella no conmigo, querías casarte con ella e incluso tener un hijo o dos, díselo a ella, no a mí porque yo me lo creí. Yo me creí todas tus promesas, me creí ese te quiero y ese me quiero casar contigo. Me creí todas las historias que me contabas, las que decías que viviríamos juntos durante toda nuestra vida. Pero creo que te confundías d persona, aunque a lo mejor se lo decías a todas ellas, las que tenías en tu lista de espera en la que yo, obviamente, era la última. La última a la que recurriste. Me hiciste odiarme hasta tal punto que no sabía quien era y me deje ir a mi misma perdiéndome. Así me encuentro ahora, perdida en un mundo de incomprendidos. Perdida en mí.


Otra vez estoy en la cafetería de siempre con Lucas y Dyan, cada vez les veo más juntos y noto cierta conexión entre ellos. Cuando acabamos de desayunar vamos a la universidad y noto como alguien me agarra el brazo haciendo que me pare y que casi se me caigan los libros. Era Justin, otra vez. Dyan y Lucas no se han dado cuenta de que no estoy a su lado y han seguido andando. Genial. 

Entorno los ojos y me giro hacia Justin.

- Lo primero buenos días, lo segundo necesito más ayuda con Arqueología, ya has visto que no se me da bien. ¿Puedes quedar hoy a la misma hora que ayer?

- Lo primero buenos días a ti también, lo segundo, no, no te voy a ayudar más, ya has visto que no me caes bien, entonces ¿puedes dejar de acosarme? Y ahora, me tengo que ir a clase, te aconsejo que tú también vayas, si quieres aprobarla, claro.

- ¿Cómo? ¿no me vas ayudar porque no te caigo bien? ¿Qué cojones te he hecho a ti novata?

- Pues ser un capullo, como ahora, y no me llames novata yo por lo menos no voy a repetir todas las asignaturas un año más. No como otros.

- ¿Sabes con quién estás hablando?

- Déjame pensar... No, no me viene a la mente, vaya que lástima.

- Te refresco la memoria, mi padre es el director de la universidad y...

- Oh perdóname, niñito de papá, pensaba que eras el príncipe de Inglaterra o algo así, vete a contarle a tu papá que no siempre te puedes salir con la tuya.- Le corté.

Sé que dijo algo pero no tenía pensado discutir con un malcriado como él, si necesita ayuda con alguna asignatura que le diga al señor director que pague a alguien que le ayude, yo no soy su criada ni mucho menos.


Acabamos de salir de clase y están repartiendo unos folletos para una fiesta que se celebra en una fraternidad por el final del semestre, nunca me han gustado las fiestas, prefiero quedarme en casa leyendo o escribiendo. 

Porque te quiero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora