La habitación era inmensa, tenía dos cuartos cada uno con una cama personal, Forest estaba maravillado con aquello. El colchón era muy cómodo, las sábanas increíblemente suaves y en aquel lugar habían un montón de cosas que él no sabía que eran. Frente a la cama había un televisor de plasma con el control a un lado. La habitación entera estaba cerrada herméticamente a excepción de los conductos de ventilación. Entre el vestíbulo y el balcón habían grandes ventanas de cristal desde el suelo al techo y una puerta entre ellas que se podía distinguir por un pequeño borde. La vista desde afuera era genial, el hotel quedaba frente a una playa muy grande que evidentemente estaba en la costa de la isla, para un demonio como él, la idea de ver el mar sin fin perderse en el horizonte era simplemente espectacular.
- Grandioso ¿A qué sí? - Bruce había salido silenciosamente al balcón y miraba en la misma dirección que él, se había quitado los zapatos y la camisa.
- La verdad es que si, en donde vengo no hay mar.
- ¿Qué dices? En Seattle hay unas playas preciosas, quizá no como como estas pero no están mal.
«Cierto, Seattle» aún le costaba adaptarse a todo aquello con naturalidad. - Sí pero, me refiero a la parte de la ciudad en donde me crié. Aún así me resulta asombroso ver el mar de esta manera.
- ¿Puedo preguntarte algo? - Forest asintió sin dejar de mirar al frente - ¿Y tu equipaje? No te vi subir ninguna maleta, ni mochila.
- Me lo robaron cuando venía hacia acá - necesitaba una historia convincente - la verdad es que fue un poco tonto de mi parte, cuando llegué a la isla, antes de venir al hotel, quise explorar un poco el bosque y mientras subía a un peñasco para ver mejor alguien tomó todo lo que tenía, solo me quedó lo que traía puesto.
Bruce pensó por un momento en prestarle algo de ropa pero una rápida mirada al cuerpo de Forest le hizo entender que nada de lo que tenía le quedaría bien.
- Tengo una idea, nos pagaste las habitaciones así que, vamos a comprarte algo de ropa, míralo cómo el pago por las molestias.
- De acuerdo, vamos.
Bajaron a las tiendas del hotel y Bruce escogió mucha ropa para él, desde tradicional hawaiana hasta conjuntos elegantes y algunos para andar, ropa interior y zapatos. Al salir de allí Forest estaba listo para el resto de la semana que pasaría con los demás. Necesitaba aprender más, estaba ávido de conocimiento sobre las cosas de los humanos que él no entendía. Quería entender sobre todo el por qué los seres humanos pecaban aún cuando sabían que eso los llevaría al infierno. ¿Acaso no sabían lo que les esperaba allí? ¿Lo sabían y aún así el pecado era lo suficientemente atractivo como para asumir las consecuencias? Miles de preguntas rondaban por su mente y necesitaba las respuestas.
Subieron nuevamente a la habitación y en la puerta estaba Hannah tocando. Al verlos llegar se giró hacia ellos y sonrió.
- ¡Ey! ¿Dónde estaban? Llevo rato llamando la puerta, pensé que estaban durmiendo. - Miró las bolsas de compra y la curiosidad se dibujó en su cara como una obra del realismo español. - ¿Qué traen ahí?
- Cosas de chicos - respondió Bruce mientras daba una palmada en el hombro de Forest - ¿Para qué nos buscabas?
- Ah sí, pues estuve hablando con mi hermana y esta noche queremos...
De pronto Forest miró hacia detrás de Hannah, un hombre con una barba espesa, alto y calvo iba pasando por un corredor que daba a los elevadores del hotel. Al mirarlo, no pudo evitar sentir que lo conocía de alguna parte pero, si jamás había venido al mundo humano ¿Cómo era posible? Quedó observando fijamente, antes de perderse de vista, el hombre lanzó una mirada a Forest de manera desafiante y continuó. El demonio sintió un escalofrío, era una sensación nueva para él, al parecer se trataba de una reacción de su forma humana.
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La Nuera del Diablo
FantasyFaith Jennings acaba de graduarse de la preparatoria y de ser aceptada en la universidad de sus sueños. Para celebrar se embarca en un viaje a Hawaii con su hermana un año menor y su mejor amigo. En lo que deberían ser unas vacaciones muy merecidas...