Yoren (2)

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YOREN

Menos mal que uno de aquella panda de inútiles pudo cazar unas cuantas liebres, porque si no, la comida hubiera sido bazofia. Yoren compartió su trozo de liebre con un crío que acababa de perder a su padre por culpa de la fiebre. El mocoso se sentó al lado de Yoren, debajo de un gran árbol, y empezó a masticar sin hacer ni un solo ruido. Cuando acabó, se marchó en busca de algun lugar para mear tranquilo y se dirigió a un par de abetos que crecían en el centro del bosque.

Yoren se terminó su parte de conejo y se recostó contra el árbol para descansar un poco. Mierda, he olvidado dar de comer a las ratas. Se levantó y se dirigió a la jaula donde estaban los prisioneros con una liebre para que la compartiesen. O se maten por ella, lo mismo da. Al verlo venir, Mordedor empezó a insultarle y amenazarle, lanzando saliva a cada palabra que salía de su boca. Rorge le lanzaba todas las pulgas que tenia a su alrededor para espantarle, sin darse cuenta de que estas volvían brincando a los pelos de su barba. El único que se mantenía callado era el hombre de pelo bicolor. Miró a Yoren y le agradeció su comida aunque no le duró mucho, porque los otros dos se lo arrebataron a puñetazos. Yoren no quería saber nada de ellos así que volvió al claro y anunció a todos que había que ponerse en marcha.

En cuanto el grupo volvió a avanzar por el Camino Real, Yoren se volvió a sentir como en el Muro, donde todos le respetaban sin saber muy bien la razón, donde todos se callaban si él hablaba y donde todos creían que era una persona importante sin serlo en realidad.

La mente de Yoren le llevó al Norte, le recordó su hogar, su niñez y su madurez, su alegría y su pena y le recordó al muchacho que fue y nunca más será. En el Muro me quieren todos pero nadie lo demuestra. En Fuerte Terror era diferente, sus noches frías han sido lo mejor que he vivido nunca. Todos los recuerdos de su vida en Fuerte Terror invadieron su mente pero Yoren les obligó a salir. Eso es el pasado, no puedo permitir que me siga afectando.

Yoren indicó al grupo que ya estaban a la altura del Ojo de los Dioses y no pararon de moverse hasta que cayó la noche.

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