Gendry (2)

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Gendry
El paisaje había cambiado. Se empezaba a notar la presencia de los robles construidos para los antiguos dioses, lo cual indicaba que se acercaban al Muro.
El clima también era diferente. Hubo muchas bajas debido a la bajada de temperaturas. Los caballos se resistían cada vez más a seguir la ruta y amagaban con escaparse con más frecuencia. Sólo lo fuertes continuaron.
Gendry se encontraba cada vez más cansado y enfermo. Una noche le subió tanto la temperatura que nadie pensaba que sobreviviría. Pero al día siguiente, se despertó fresco y con más energía de la acostumbrada.
Aquel día fue especialmente frío. Muchos hombres se negaron a continuar si no cambiaba el tiempo.
-Buena suerte con los lobos- les dijo Yoren cuando no se subieron a sus caballos, y se marcharon.
Gendry cabalgaba al lado de Arry,cada vez se juntaban más intentando en vano calentarse mutuamente. El tiempo no cambió hasta caer la noche. Yoren encontró un viejo castillo en ruinas donde podían resguardarse. Ahora que eran la mitad del grupo, tenían más espacio pero debido al clima todos dormían en la misma sala.
Pastel Caliente estaba en una esquina,acurrucado tapándose con una manta de tela fina. Se le oía roncar desde la otra punta pero eso tranquilizaba a Gendry,así sabía que estaba bien.
Gendry estaba sacando brillo a su yelmo, como todas las noches antes de dormir. Esto es lo único que me mantiene cuerdo. No podía dejar de pensar en todo lo que había pasado en tan solo unas semanas. Echaba de menos su taller en el Lecho de Pulgas. Allí estaba calentito y cómodo, con un colchón donde dormir. Allí podía hacer lo que realmente se le daba bien con la seguridad que le daba su maestro.
Y aquí estoy,luchando por sobrevivir a este viaje solo porque a una reina le caigo mal.
Odiaba a la reina. Por ella tuvo que abandonar su hogar de repente y unirse a la Guardia de la Noche.
El Lecho de Pulgas era mi hogar. Tal vez me hubiese encontrado con mi madre allí. Y me hubiese cuidado y criado y estaría orgullosa de mí cuando llegase a ser el herrero oficial de la corona. Pero ya no puedo hacer nada de eso. Todo por culpa de una reina que no conozco.
Gendry dejó el yelmo en el suelo y se tumbó. Lo único que iluminaba la habitación era la luz del cometa rojo del cielo que pasaba a través de la ventana. Gendry se recostó y vio a Arry a su lado. El pequeño murmuraba algo en sueños. Una lista de nombres. En su voz había odio y rabia. Gendry no podía distinguirlos pero el suave murmullo de su voz lo tranquilizaba, como una de las nanas que su madre le canba de pequeño. Se tapó con una manta y se durmió entre los susurros de Arry y los ronquidos de Pastel Caliente.

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