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La calma que albergaban aquellas montañas era inmensa. La brisa se calaba por entre los árboles produciendo cierto vaivén músical natural, que era capaz de endulzar cualquier oído, calmando cada pena de un alma pérdida en la miseria de lo que el mundo traía consigo.
Sana se sentía tranquila, siempre era bueno caminar junto a su humano, siempre le parecería la sensación más bonita que jamás sintió. Y estaba feliz, feliz de poder compartir ese momento junto a él.
—Esto es tan tranquilo... Parece el cielo— comentó ella, fijando su vista en el bello perfil de su acompañante.
—En verdad es... Un paraíso ¿verdad? — preguntó él, sin detener su andar.
—Si es así de hermoso aquí... ¿Por qué solo somos nosotros? — cuestionó Sana, haciendo un pequeño puchero.
Un lugar como este debería estar lleno de personas, debería ser ese calmante de tanta gente.
Taehyung se encogió de hombros— Lugares como estos quedan pocos, por la misma razón de que a la humanidad no le importa, según ellos después de todo, la ciencia lo arreglará— respondió con simpleza.
¿Por qué pensaban así? Es decir, ¿qué sitio era más lindo que este? En todos su tiempo pasado en la tierra, no había visto tal maravilla como esta, ¡era un paraíso! Y le entristeció saber que no valoraban un sitio como este... Tan sereno, tan etéreo y placentero en tantos sentidos.
Sería un sitio perfecto para vivir junto a Taehyung, compartir escenarios de películas y vivir eternamente. Porque sí, Sana quería permanecer con su humano por mucho tiempo. Era feliz, feliz junto a él.
Sonrió cuando él extendió una pequeña manta sobre el césped, para después organizar todo tipo de comida que habían traído sobre esta.
Era algo que quería grabar en su mente por siempre. Él estando tan concentrado en organizarlo todo bien, con el cantar lejano de las aves de fondo y ese toque de ventisca que hacía de su cabello un poco más desordenado y esos lindos bufidos suyos cuando algo le salía mal. ¿Que tenía el señor Kim que se le hacía el ser más especial que alguna ves conoció? No lo sabía con exactitud, pero lo amaba.
—Creo que todo está listo— avisó Taehyung, invitando a Sana a sentarse a su lado, sobre esa mantita.
—Así que... ¿Esto es un picnic? — preguntó ella, tomando entre sus dedos índice y pulgar una pequeña cereza del cesto que estaba en medio.
Él asintió, soltando un suspiro satisfecho.
—Lo es—
Taehyung se sentía en calma, a pesar de tener un montón de embrollos persiguiendolo. Y eso era lo que sentía desde que permitió a Sana quedarse con él. Lo había pensando mucho, en verdad demasiado. ¿Quien era ella? En las noches esa pregunta rondaba por su cabeza, quitándole el sueño. ¿Por qué se sentía tan extrañamente cómodo cuando compartía con ella? ¿Por qué no podía dejar de admirar cada facción que la componía? ¿Por qué en ese momento le pareció la mujer más perfecta qué jamás vió? Con aquel vestido qué Mina le había obsequiado a pedido de Jimin, con ese lindo peinado en su cabello, el ténue rubor en sus mejillas, sus ojos siendo tan profundos con ese color tan vivo y joder, su sonrisa, jodida sonrisa que siempre anhelaba ver cuando estaba cansado.