13. Su Alteza Real

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Disclaimer: Todos los personajes son propiedad de Isayama-sensei y Kodansha

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El silencio comenzó a subir como una niebla densa, incómoda, que lo único que dejaba ver era los miles de pensamientos que se habían quedado suspendidos intentando ordenarse para aclarar una ola de explicaciones: porqué Petra Ral estaba sentada a la mitad de su sofá favorito, porqué yacían desperdigadas decenas de fotos sobre la mesa, porqué habían hecho té de menta, qué hora era, pero sobre todo ¿¡Porqué carajos estaba Petra Ral en su casa?!

Levi fulminó con la mirada a sus mejores amigos, aquellos ojos de acero poseían grandes facultades y una de ellas era ordenar las ideas de los demás y sacarles explicaciones. Y nuevamente tuvo resultados, sólo que fueron en forma de señas dadas por Farlan quien sólo tuvo fuerza para señalar con su dedo acusador a Isabel quien sólo dibujó la sonrisa más suplicante que pudo.

"Me lo imaginaba... se lo advertí." Pensó mientras entrecerraba sus ojos dirigidos hacia su amiga. Con un fuerte suspiro se masajeó el puente de la nariz, para después levantar la mirada hacia su compañera de trabajo.

La joven igualmente prestaba toda su atención cuando sus ojos se cruzaron, parecía que contenía la respiración, al tiempo que sus manos jugueteaban nerviosas en la taza de porcelana sobre sus rodillas; incluso le pareció notar un ligero rubor en sus mejillas que parecía crecer de poco a poco.

Cuando estaba a punto de decir algo, la profesora se le adelantó:

- Buena tarde... oh perdón. - En ese momento la joven miró el reloj de la pared. Tarde ya no era, definitivamente. - Digo... buena noche.

Su rubor se acrecentó.

- Discúlpeme en verdad, sólo venía a verlo pa-para entregarle esto. - Petra, con cierta torpeza, una que no había visto en ella, se levantó y sacó de su mochila un bonchecito de papeles, que mostró con un gesto respetuoso. Levi miró las hojas y su entrecejo se frunció ligeramente.

- ¡Oh no! ¡La cena!

La repentina exclamación de la pelirroja le erizó los nervios a todos los presentes, haciéndolos sobresaltar. Isabel se levantó y de un brinco (que hizo volar a Bell al suelo) se fue en dirección a la cocina.

- ¡Farlan! ¿Me ayudas? - Preguntó con tono cantarín. El urgenciólogo, quien había ayudado a acomodar a su amigó sobre el sillón, subiendo su pierna enyesada a un cojín, al oír el llamado ni tardo ni perezoso formuló un risilla nerviosa y desapareció tras su amiga.

- Ah p-p-pero... - Tartamudeó la invitada, meneando una mano negativamente. Isabel se asomó con una sonrisa y ojos brillantes.

- Tranquila estás en tu casa. - Y así se esfumó tras una nube de vapor.

Dejando a los dos profesores solos.

Petra no supo qué hacer más que sentarse de nuevo, sintiendo los colores abrillantar sus mejillas. De reojo miró al tutor del 104 quien se acomodaba sobre los mullidos cojines sobre su espalda, soltando un suspiro cansado. No debía ser fácil estar en situación de paciente para alguien que estaba acostumbrado a mucha actividad. Recordó cuando llegó a la Wall High School el año pasado cuando lo conoció por primera vez: corriendo de un lado a otro, de un salón a otro, con papeles y tareas que si no amontonaban su escritorio llenaban sus brazos sin ocasionarle ningún inconveniente, si no estaba en clases, se ocupaba de revisar sus evaluaciones o terminar sus planeaciones. Siempre estaba ocupado.

Ahora, verlo así, quieto y mimado por su familia, le parecía insólito admirar a Levi Ackerman en tal nivel de vulnerabilidad. Sin embargo, su porte elegante y varonil que siempre lo caracterizaba no se había desvanecido.

104Donde viven las historias. Descúbrelo ahora