10. Rompete una pierna

2.3K 165 194
                                    

Disclaimer: Todos los personajes son propiedad de Isayama-sensei y Kodansha

---------------------------------------------------------------------------------------

- Mujer, ¿conoces a aquel que hace poco deseábamos que se presentara? ¿Es a la quien se refiere?

Se oyó decir al eco que llenaba el pasillo del primer piso.

- ¿Y qué nos va a decir acerca de un cualquiera? – Dijo otra voz, igual como un eco. – No hagas caso, no quieres recordar inútilmente lo que ha dicho.

- Sería imposible que con tales indicios no descubriera yo mi origen.

Un murmullo general se hizo presente, pero no para detener aquel álgido diálogo.- ¡No, por los dioses! Si en algo te preocupa tu propia vida, no lo investigues. Es bastante que yo esté angustiada.

Estas histriónicas voces golpeteaban todo el pasillo que debía estar en silencio, pues las clases estaban en vigor, pero era tal la emoción vivida en ese salón que se filtraba por puertas y ventanas. Más extraordinario era que existían un par de anónimos espectadores de aquella tragedia.

Erwin Smith y Mike Zacharius espiaban por la esquina de la ventana aquella insólita escena, donde todos los alumnos leían de sus hojas compartidas, apelmazados y con tal atención que si alguien se las hubiera contado no lo creerían. De hecho, era por su incredulidad que habían ido a comprobarlo por ellos mismos cómo todo el grupo del salón 104 estaba comiéndose las uñas mientras leían en su clase de literatura. Y era cierto, todos los muchachos no podían parar sus ojos por el hambre de querer saber lo que sucedería en la siguiente línea. La cosa no acababa allí, pues quienes leían en voz alta le impregnaban tanta pasión que contagiaba a nuestros dos testigos.

- ¿Por qué se ha ido tu esposa, Edipo, tan precipitadamente bajo el peso de una profunda aflicción? – Leyó de pie Reiner Braun con tono de angustia. – Tengo miedo de que de este silencio estallen desgracias.

Una ola de emoción recorrió al salón.

- Bien Braun, Kirstein, tu turno. – Ordenó el maestro Ackerman con voz firme, quien recargado en el filo del escritorio, no despegaba los ojos de sus propias copias de la tragedia, igual que todos sus alumnos. Jean sin siquiera replicar se levantó y continuó.

- Que estalle lo que quiera. – Se desgarró el muchacho dramáticamente, totalmente metido en la trama, los demás seguían la lectura en silencio. – Yo sigo queriendo conocer mi origen, aunque sea humilde. Esta, tal vez, se avergüence de mi linaje oscuro, pues tiene orgullosos pensamientos como mujer que es. Pero yo, que me tengo a mí mismo por hijo de la Fortuna, la que da con generosidad, no seré deshonrado, pues de una madre tal he nacido. Y los meses, mis hermanos, me hicieron insignificante y poderoso. Y si tengo este origen, no podría volverme luego otro, como para no llegar a conocer mi estirpe.

Otra vez una ola de exclamaciones de emoción inundaron el salón. Un resoplido de satisfacción fue compartido por los tres únicos adultos; Erwin Smith además soltó un suspiro y sus memorias se fueron a esa época no tan lejana cuando empezó a dar clases de historia, aquellas exclamaciones de admiración lo dejaban siempre muy contento. Miró al tutor, claramente el compartía ese sentimiento, aunque no lo demostrara mucho.

Dio un paso hacia atrás y le hizo una seña al subdirector para retirarse. Sin embargo el alto profesor siguió mirando con curiosidad.

La campana retumbó por toda la escuela y un extraordinario mar de quejidos quiso ahogar el cambio de clase. Mike vio cómo los chicos pasaban sus hojas hasta las bancas de en frente entre muchos comentarios de infortunio, pues anhelaban escuchar el final de aquella impactante historia; pero fue un comentario de recurrir al buscador de internet de confianza lo que obligó al tutor a darse la vuelta y lanzar una advertencia:

104Donde viven las historias. Descúbrelo ahora