4. Justicia por boca de todos

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Disclaimer: Todos los personajes son propiedad de Isayama-sensei y Kodansha 


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Petra Ral se detuvo un momento en el pasillo. Hacía dos minutos que la campana que anunciaba el cambio de clase, pero la profesora aun no podía pasar con su siguiente grupo. Nuevamente miró su horario:

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Soltó un suspiro. Los comentarios, quejas y lamentos de sus compañeros maestros todavía le revoloteaban en la cabeza; de cierto modo estaba de acuerdo pues tener a tanto chamaco latoso en el mismo salón no auguraba muy buenas cosas, y su razón se debatía en cómo presentarse aquel nuevo curso. Después de todo, varios de los alumnos de ese grupo ya habían armado alboroto en la mañana. Siendo que ni el día comenzaba todavía... ¡No! ¡Empezaría con toda la actitud y demostraría que puede con todos esos chicos! Porque al final eso son: chicos. Una vez motivada y positiva caminó con paso decidido al salón. Poco le faltaba cuando comenzó a escuchar barullo cercano que logró bajar un poco su entusiasmo al suponer de dónde provenía tal escándalo, pero apartando todo pensamiento pesimista tomó el pomo de la puerta y la abrió, sólo para encontrarse con lo que ya suponía: un completo caos.

Mientras que unas chicas hablaban y una de ellas se limaba las uñas, la otra jugaba con el cabello de su compañera sin que ésta le prestara mucha atención; Connie Springer que no paraba de correr mientras llevaba una bolsa de papas fritas que su inseparable amiga Sasha le suplicaba (mitad bromeando y mitad preocupada) para que se las regresara. En tanto el bravucón de la clase se sentaba en la paleta de una chica morena que si no recordaba mal, se llamaba Mina, con toda la actitud de un charlatán y lanzaba palabrerías a los amigos que estaban apoyados del lado de la ventana junto al pecoso Marco; el grandulón Reiner y su amigo hablaban apoyados sobre los libreros del fondo con una distraída chica que afinaba su guitarra. En otras palabras, NADIE estaba sentado en su lugar apropiadamente, a excepción del nuevo, quien miraba aburrido por la ventana que al notar su presencia la miró fijamente, pero no dijo nada. Petra se acercó al escritorio viendo como era totalmente ignorada, entonces de un golpe azotó sus libros sobre la mesa, haciendo un ruido sordo que espantó a casi todos, quienes de inmediato volaron a sus lugares. 

- Vaya, veo que seguimos siendo los mismos de siempre, ¿verdad? – Dijo ligeramente exasperada y con una expresión alegre y astuta. De pronto Marco se levantó de su asiento con una sonrisa de oreja a oreja.

- Es un gusto verla otra vez profesora. – Dijo con alegría. Petra le devolvió la sonrisa.

- También para mí es un gusto, aunque no lo parezca. – Dijo viendo a algunos que no se encontraban muy alegres con verla.

Comenzó a hablar un poco de lo que esperaba de ellos, cosas que para Jean Kirstein nuevamente se convirtieron en una bla bla bla que parecía no tener fin, hasta que la joven maestra preguntó quién era el jefe del grupo, lo cual no hizo más que retorcerle las tripas de coraje cuando vio cómo ese Marco Bott se anunciaba con el cargo.

- ¡Oh! – Exclamó contenta la profesora, mientras el cerebrito se sonrojaba un poco. – Me alegro por ti, me pareces el mejor para el puesto.

"Babosadas" pensó Jean mientras torcía la boca, era clásico que los maestros creyeran que los mataditos de la clase eran los mejores para ser los lamebotas del salón, y él que tanto había querido ese poder y la popularidad (y poder, sobre todo poder) que hubiese tenido si él fuera el jefe pero... Siguió refunfuñando en su silla.

104Donde viven las historias. Descúbrelo ahora