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La cena.
Aparqué el auto en el estacionamiento y luego de unos segundos miré fijamente a Liessel.
– Tú sabes muy bien lo que tienes que hacer. – ella asintió con firmeza. – Solo… no lo arruines. ¿De acuerdo? – le dije con un tono de voz calmo, pero pareció que eso la molestase más, y me espetó sin ningún tipo de remordimiento.
– ¿Acaso crees que soy una niña? – silencio. – Se lo que hago Ryan, y no necesito que un imbécil como tú me diga cómo hacer mi trabajo. – y al terminar de decir esas palabras, sin ni siquiera dejarme responder, salió del coche cerrando la puerta con mucha fuerza.
Decidí no darle más vueltas al asunto, así que maldije por dentro a mi estúpido cerebro y me dispuse a seguir a Liessel para dentro del restaurante.
Cada vez que me daba cuenta, ella estaba fulminándome con la mirada, mientras esperábamos a nuestros socios en la mesa del restaurante, y luego, cuando por enésima vez la descubrí mirándome con odio acumulado en sus ojos, me propuse ir a disculparme, pero la llegada de nuestros socios interrumpió el fracasado intento de arreglar las cosas con mi compañera.
– Buenas noches. – intentó decir un hombre de edad el español fluido, acompañado de otros dos hombres.
– Muy buenas noches. – saludé tendiendo unas manos a los tres hombres que acabaron de llegar, y mi compañera hizo lo mismo con una sonrisa de oreja a oreja.
Luego de unas pláticas de cómo sería nuestra unión empresarial, y todo lo demás, él señor Brandon, que era el jefe absoluto de la empresa en la que pensabamos hacer el trato, me llamó para salir afuera del restaurante para hablar a solas.
Cuando nos encontramos en el porche trasero del restaurante, con una hermosa vista al mar, el dio un gran suspiro y se puso frente mío, dando la espalda al mar, para decirme con mucha amabilidad.
– Me agradan las cosas de tu empresa, chico… – dijo soltando una sonrisa de boca cerrada y mirando al suelo. – Yo creo que nuestra unión dará muchos beneficios para ambos.
Solté lo que podría decir la sonrisa más grande en mucho tiempo. El me tendió la mano como para estrechármela, y cuando intenté recibirla una mano se posó con fuerza en mi espalda empujándome, y a consecuencia mi copa de vino se derramó sobre la camisa blanca del señor Brandon.
Me giré abriendo mis ojos como platos y mi boca formando una perfecta "o", y me encontré con Liesssel, que tenía el rostro pálido, con la mano levantada. Prácticamente se quedó petrificada por lo que acababa de causar.
Me volví a girar hacia el señor Brandon, pero este ya tenía la expresión seria, y frunciendo el ceño sacó un pañuelo de su chaqueta, e inútilmente intentó limpiarse la parte de la camisa que estaba de color rojo carmesí.
– El respeto es algo obligatorio y fundamental en mi vida y en la de mi empresa, Señor Smith. – dijo tirando el paño machado al suelo. – Y aquí no la hay. – sentenció el señor Brandon con el típico tono de verdad absoluta.
– Pero señor, la muchacha… Ella intentó llamarme… Fue todo un accidente. – balbuceé intentando en vano convencerlo, porque tenía la expresión más seria que había visto jamás en el rostro de alguien.
– Intentar culpar a otros de tu propio error, no es de hombres, Señor Smith. – y por segunda vez, sentenció con un paso decidido hacia dentro del restaurante.
Pero antes de que pudiera detenerlo Liessel se interpuso en su camino, e intento calmarlo, llevándolo a un sitio un poco más alejado de en el que estábamos hace un momento, y por primera vez puse todas mis esperanzas en la muchacha de ojos verdes.
Luego de unos minutos, remediando todo lo que acababa de pasar, unas risas me sacaron de mis pensamientos, y me dispuse a seguir por el camino en donde Liessel llevó al señor Brandon para intentar calmarlo.
Cuando giré por una de las esquinas de la casa del restaurante, me paré en seco para evitar que me vieran, y arruinar lo que podría ser el arreglo del problema reciente.
– Eres muy simpática… – dijo el señor Brandon acariciando una mejilla de Liessel, y pude notar que ella se ponía más nerviosa e incómoda.
Una extraña corriente de electricidad corrió por mi estomago, dándome las ganas de apartar a ese viejo papanatas lejos de ella.
– ¿Te gustaría en verdad la unión de nuestras empresas? – le dijo soltando al fin su mejilla.
Ella asintió con un poco de incomodidad en sus palabras. Todo parecía bastante confuso en ese momento, en especial para mí.
– Pasa esta noche conmigo, y el error de ese estúpido quedará nulo, y nuestras empresas se unirán en perfecta armonía.
Me quedé en shock. El pidiéndole algo así a una chica tan dulce como ella, a que pase la noche con él para que nuestras empresas hagan el trato.
¡La está chantajeando!
Al igual que yo, Liessel abrió su boca formando una perfecta “o”, junto con sus ojos abiertos como platos. Ella intentó balbucear una clara negación a la locura que ese viejo la estaba proponiendo, pero él, sin ni siquiera un poco de dignidad, aferró a la muchacha en sus brazos, buscando su boca junto a la de él, mientras que ella intentaba en vano zafarse de sus brazos.
No aguanté más y salí de mi escondite y fui con paso decidido hacia el señor Brandon, dándole un puñetazo en su mandíbula haciendo que se caiga al suelo.
El se llevó una mano a su boca, la cual, empezó a chorrear sangre.
– ¿Y esto le parece digno de un hombre, señor? – le espeté con toda la ira que tenía acumulada dentro de mí.
Y acto seguido, tomé a Liessel de sus hombros, obligándola a seguirme para el estacionamiento, en busca de nuestro coche.
No dejaría que un viejo se aproveche de una mujer.
Mucho menos de ella.
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¿Para Siempre?
Romance¿Puede una broma traer buenas consecuencias? Cuando parecía que las aguas de la vida de Ryan se calmaran, conoce a una muchacha, pero no precisamente en las mejores circunstancias. El cree odiarla y por ende, no quiere saber nada más de ella, pero e...