Capítulo 9 - A la orilla del mar.

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A la orilla del mar.

– ¿A dónde quieres ir?

Pregunté a Liessel por segunda vez. Estábamos en el coche que rentamos, –no las arrojé con las demás cosas. Lo sé, soy un genio. – pero el problema es que ya no teníamos dinero como para quedarnos en un hotel. No teníamos lugar para dormir, y nuestro vuelo de regreso saldría la madrugada de mañana –técnicamente dentro de dos días. –

Ella se encogió de hombros con la vista en el vacío, junto con los brazos cruzados. Juraría que quedó traumada, pero no la culpo, aunque me duele verla así.

– Entonces, yo elijo… – murmuré con una sonrisa, y Liessel se giró a mí alzando una ceja.

– No tenemos dinero… – murmuró.

– No lo necesitamos.

Me miraba confundida, y cuando estuvo a punto de protestar se calló, y volvió a poner su vista en el vacío, no sin antes murmurarme algo que me alegró el resto de la noche, dándome ganas de continuar, y hacer todo lo posible para alegrar estos dos días.

– Gracias…

– ¿La playa? – preguntó antes de que salga del coche con una sonrisa de oreja a oreja. – ¿Y qué haremos aquí, Ryan? – dijo bajando del auto tras mío. Se estaba frotando sus brazos, haciendo notar el frío que sentía.

– ¿No pensarás quedarte en un hotel cinco estrellas, no? – dije con una sonrisa, sacando unas mantas de la parte trasera del coche.

Ella bufó y dirigió su vista al mar. Sonreí como bobo y me acerqué a ella mirando al mar, tan azul perdiendose en el horizonte.

– A mi me encanta… – murmuré y ella dirigió su vista a mí.

– A mi me trae malos recuerdos...– murmuró para mi sorpresa.

No le pregunté que le paó. No me parecía prudente invadir sus recuerdos. prefriría que ella me contara si ella quisiera. Aunque estoy seguro de que me lo acabaría contando después de todo.

– Liessel… – le dije poniendo la expresión más seria que pude. – Yo… lo siento, En serio, yo no quise… – empecé lo que podría decir una disculpa, pero ella me interrumpió con unas risas y negando con la cabeza.

– No tiene importancia, Ryan… – murmuró levantando una sonrisa.

– Fui un idiota, por favor, perdóname... 

Ella pareció conmovida por mis palabras, y solo se acercó a mí dándome un beso en la mejilla. Mi corazón dio un vuelco cuando sentí sus labios en mi mejilla, ella me sonrió tomándome de la mano y dirigiéndome camino a la playa.

Caminábamos descalzos por la orilla del mar, mientras que cada tanto, las frías aguas golpeaban ligeramente nuestros pies. Era un aire muy acogedor, un aire bastante tranquilo, y junto a ella, todos los problemas se esfumaban como el hielo al sol.

– Me das un aire de total tranquilidad, señorita.

Ella pareció ofenderse por como la llamé, pero era cierto. Con ella todo era diferente, con ella la felicidad reinaba a mí alrededor, y la tristeza parecía esfumarse del mundo entero. 

Alguien me explique… ¿Por qué me pasaba esto con ella? La dulce muchacha que me gastó una broma de mal gusto cuando apenas llegué, la que en ciertas ocasiones me saca de quicio, pero al mismo tiempo me embriaga con su dulzura.

Dios, que alguien me mate o algo peor… ¡Estoy siendo exageradamente cursi y cliché! 

– No puedo negar, que me das esa misma tranquilidad, señor Smith.

– Me haces quedar como viejo. – hice pucheros al escuchar la palabra “Señor” dirigido a mí.

– Entonces… – dijo poniéndose en mi frente y apuñalándome con su dedo índice derecho, en la zona de mi pecho izquierdo. – No me digas Señorita.

No la respondí, en lugar de responderle, la miré. Miré sus ojos tan verdes oscuros, a esos ojos que me transmitían tranquilidad, a esos ojos que me llenaban de alegría, y rabia en sus momentos.

Seguimos platicando mientras caminábamos a la orilla del mar, sacándome carcajadas como nunca, y haciéndome sentir lleno, cuando parecía que la vida me gastara todo el tiempo una broma de mal gusto.

Miraba al mar perdiéndome en su horizonte. Ella se puso a mi lado y al mirar en  la misma direccion, cerró sus ojos con fuerza, y bajaba la cabeza. No entendía porqué, pero no me gustaba verla asi...

– No tienes buenos recuerdos del mar, ¿No? – Ella se sobresaltó al escucharme. Me giré y ella me dió una triste sonrisa para tratar de disimular el efecto que le produjo, pero obviamente me di cuenta y yo la acaricié el hombro en señal de comprensión. – Si no quieres contármelo, te entiendo…

No quise que esto pareciera muy cliché, pero bajé la mirada a sus labios, y lentamente me acercaba a ellos. Ella pareció nerviosa, sentí a los músculos de sus brazos tensarse de un momento a otro, pero ligeramente se fueron aliviando, conforme me acercaba más a sus labios.

Y quien diría, la típica frase, salvado por la campana, –o era algo así. – pasara. Pero en lugar de eso, fue una alta música de unos jóvenes que se acercaban a la orilla, con unas conservadoras y la música alta.

– No creo que estaremos bien por aquí… – murmuró Liessel, con su vista en los jóvenes que desplegaban sus sillas para sentarse.

Una idea brilló en mi mente cuando mis ojos se posaron en un montón de árboles al final de la playa.

Está bien, lo admito, mis ideas son muy descabelladas 

– Tengo una mejor idea… – murmuré ganando la atención de Liessel. 

La sonreí de oreja a oreja acariciándole la barbilla con mi mano, la tomé de la mano y la obligué a seguirme para dirigirnos a mi objetivo.

Esta noche no dejaré que se arruine como todo lo que pasé hasta ahora con Ella.

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