Capítulo 14

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Dos horas llevamos sentados en las escaleras de la torre Eiffel, convencí a Jacob de que subiéramos porque estaríamos a salvo, aunque también quería subir a ver las vistas, no me canso de mirarlas porque hay tantas cosas que siempre encuentras algo nuevo, y eso me encanta.

Desde que le dije que aquí arriba estaríamos a salvo no hemos vuelto a decir palabra, no sé él, pero en mi cabeza sigue dando vueltas el beso. Sus labios encajaban perfectamente sobre los míos, era una sincronización perfecta y eso me gusta pero me aterra a la vez, nunca había sentido eso cuando besaba a alguien, supongo que porque nunca lo hice por voluntad propia.

Me aterra pensar que esa sensación verdaderamente me guste, porque una vez que me guste será difícil no querer más y no quiero tener que estar pensando siempre cuando lanzarme a besarlo, uno, porque no me gusta que piensen que me tienen a sus pies, porque nadie puede hacerlo, y dos, porque no quiero encariñarme con alguien, cada vez que lo hago acaba muerto o apuñalándome por la espalda así que opte por no sentir nada.

Preferí ser un témpano de hielo a tener que estar siempre temiendo por la gente, es difícil tener que estar preocupada por la vida de otras personas mientras corres para salvar la tuya, aunque tampoco he intentado llevarme bien con nadie, en el pueblo parece que soy el mismísimo Satanás y si voy a otros sitios solo es para buscar la información que todavía sigo buscando.

Cuando me giro hacia las escaleras no veo a Jacob y eso me preocupa, no es un buen momento para perderlo, recorro todo el piso hasta que lo encuentro viniendo hacia mí desde detrás de una de las vigas, no me importa dónde estaba, lo que me tranquiliza es que no tendré que decirle al ministro que perdí a su hijo en parís y con la mafia detrás de nosotros.

Vuelvo la vista hacia el suelo a ver si veo rastro de la mafia. No veo a la mafia pero si veo a la policía buscando algo, puede que no sea a nosotros, pero dado que la mafia tiene comprada a la policía me asusta que si sea por nosotros.

Estoy acostumbrada a ir yo sola, a enfrentarme a todo yo sola y en pensar las cosas solo para mí, pero ahora mis planes tienen que ser de dos, porque aunque no lo conozca sé que es hijo del ministro de la FIES y ellos pueden ayudarme a encontrar a los asesinos de mi familia y tengo que cuidarlo aunque sepa que él solo sabe cuidarse.

No sé cómo cuidar a alguien, no sé qué hacer para que esa persona se sienta a gusto y esté bien, no sé socializar con la gente, y tampoco pongo solución porque sé que quien sea estará mejor sin conocerme, solo traigo problemas y lo entiendo, estar en el punto de mira de la mafia es tener una vida condenada al dolor. Siempre sueño con ser una chica normal, con sus amigos, salir con ellos, divertirme, en cambio estoy en la torre Eiffel procurando que no le hagan nada a una persona que no veré más cuando lo deje en casa.

Pero esto me servirá para pedirle un favor al ministro y me ayude a encontrar a los culpables del principio de mi desgracia, después huiré, como siempre estoy obligada a hacer.

No me gusta huir porque parece que lo hago por cobardía, pero siempre viene bien huir de algo y aceptarlo, aceptar que tenías que hacerlo para no causar más daño a ti o a otros.

Mi madre siempre decía que a los problemas no hay que darles la espalda, y tiene razón, pero siempre viene bien darles la espalda lo suficiente para recargar energía y no desvanecer en el intento. Muchas veces lo hago, desconecto haciendo lo que más me gusta, leer, dibujar o hacer deporte, lo hago y eso hace que mi mente esté recargando para la última batalla y muchas de esas veces encuentras, sin saberlo, la respuesta para solucionar ese problema, porque cuanto más te comas la cabeza más te costará hacerlo, solo tienes que dejar que llegue solo y será mil veces mejor de lo que tú estabas pensando.

En el punto de miraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora