Era de noche y la lluvia arreciaba. Los transeúntes corrían a refugiarse en las casa de huéspedes y en los bares. El forastero se echó el cabello empapado hacia atrás, para poder ver. El ruido constante del aguacero acrecentaba su ansia de encontrar un techo debajo del cual meterse.
Se acercó a la entrada de uno de los bares y se encorvó hacia la dependienta alzando la palma de una mano en señal de petición, gesto de cortesía en su tierra. La mujer lo miró con extrañeza y se apartó unos pasos. El hombre que la interpelaba no era de Jonia, su ropa y sus facciones lo delataban.
—Quiero rentar una habitación señorita—pidió en un tono educado y muy serio.
Por sus maneras parecería el mimado hijo de algún rico mercader. Pero su ropa estaba desteñida y rasgada. La lluvia le goteaba todavía del pelo negro.
—Son veinte dracmas por noche, la cena se cobra en cinco—le dijo la mujer, escupiendo las palabras.
El forastero bajó los ojos, rebuscó entre sus ropajes y alzó la cabeza, con el ceño fruncido.
—Enlodaste la alfombra con ese calzado sucio ¿puedes pagar la estancia o no?
—Sólo tengo cuatro dracmas, pero se los daré sólo por dejarme sentar. No pediré nada más y me marcharé en cuanto acabe de llover. Por favor, no me han recibido en ningún otro sitio.
Ella dirigió los ojos hacia sus botas llenas de lodo y su ropa sucia y empapada.
—No atendemos a vagabundos. Manchará más la alfombra y luego pedirá dinero a los clientes. No sabré yo cómo se comportan las gentes de su calaña. Márchese.
El joven bajó la palma despacio. Y miró a los ojos de la muchacha fijamente durante unos instantes. Ella enrojeció, pero sin retirar sus palabras. La expresión del joven era dura, acusatoria.
—Váyase.
Él parecía contenerse para no hablar. Su puño estaba apretado. De repente se dio la media vuelta y se fue a grandes zancadas. Exhibiendo un andar orgulloso.
En las calles la lluvia rompió sobre sus espaldas. Aphelios se detuvo en medio de la tormenta, sin saber a dónde dirigirse. Con la garganta llena de un grito que no podía liberar. La gente de Jonia sólo le había dedicado miradas de distante fastidio. Sería para ellos una especie de pueblerino medio salvaje.
A lo lejos se veía un revuelo, aún con el temporal un grupo de personas se reunía bajo una carpa, había música, antorchas y gritos.
Se dirigió hacia allí, sujetándose a una nueva esperanza. Las fiestas y reuniones por lo general significaban calor y quizás, con suerte, un poco de alimento. Una vez en medio del gentío el calor de las antorchas y la compañía le mejoró el ánimo.
Aquella carpa era la entrada hacia una construcción subterránea. Los jonianos se apretujaban para pagar. El sonido retumbante de unos tambores subía desde el fondo de la tierra.
Aphelios sacó de entre su ropa los escasos cuatro dracmas que le restaban y se preguntó si debería gastarlos en un sitio como ése. Pero no quiso verse bajo la lluvia de nuevo y pagó la entrada quedándose sin una sola moneda. Al menos allí podría secarse bajo techo y la música le animaría.
Bajó la rampa hacia el foso, llevado por un río de gente que lo empujaba hacia las gradas. Era una arena de pelea. Ya había luchadores, enfrentándose en el punto más profundo de la construcción. Los asistentes gritaban desde sus asientos. Había cerveza y comida. Aphelios se dijo que debía contentarse con la compañía y el buen espíritu del lugar. Ya buscaría algún modo de saciar su hambre más tarde. Aunque nunca había robado antes, se permitió fantasear con que tomaba alguno de las brochetas de carne mientras la vendedora se distraía.
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El forastero
FanfictionUn forastero llega a las arenas de Jonia y se enfrenta al campeón invicto, Settrigh . Basado en el universo de League of Legends. Aphelios x Sett.