Noctum

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Sett despertó con la herida de bala casi cerrada, se percibía como una marca enrojecida y sensible, pero nada más. Apenas le dolía el hombro.

Muchas veces había deseado ser un humano, pero en ocasiones como aquella cambiaba de parecer y se sentía orgulloso y confiado de su linaje. Superior a cualquier hombre de Noxus o de Jonia.

Comió un almuerzo abundante con la paz de saber que la amenaza de Dain ya no pendía sobre su cabeza. Ahora era el indiscutible propietario de "La carnaza" en gran parte gracias a la ayuda del forastero al que había convertido en su guardaespaldas.

La noche anterior Aphelios ni siquiera se había quejado de su herida, por muy profunda que pareciera y Sett había asumido que, al igual que él, el lunari poseía algún tipo de fuerza espiritual y estaría recuperado casi por completo. Sin embargo le fastidiaba la idea de que el forastero, molesto por haber resultado agredido por Dain, se marchara de una vez por todas sin haberle enseñado los secretos de su técnica de pelea.

Y es que se había mostrado inexpresivo, ausente. Como un autómata. Sett había odiado esa actitud con todas sus  vísceras. Si continuaba así, sería él quien lo echara de su presencia.

Después de que saciara su hambre se dirigió al sitio donde Otoko le había dicho que descansaba el extranjero. El mismo lugar dónde atendían a los gladiadores después de las peleas. 

Sett llevaba algo de comida como ofrenda de paz y esperaba que su guardaespaldas continuara siéndolo. Le pagaría una buena suma por su ayuda para que apreciara los beneficios de ser uno de sus lugartenientes.

Aphelios estaba tendido sobre una de las camas de piedra y parecía contar las cuentas de una de las pulseras que siempre llevaba en la muñeca. Sett intentó calmar su inquietud, mostrando sus dientes animalescos en una sonrisa retadora. 

—Te traje comida ¿También fingirás ser sordomudo hoy, espantapájaros?

El lunari entornó los ojos hacia él y compuso una sonrisa débil pero irónica. Estaba pálido como si no corriera sangre dentro de su cuerpo. El pelo negro se le pegaba a la frente por la fiebre.

—¿Así que Dain pelea combate cuerpo a cuerpo? a mí me parece que los arcabuces y cuchillos no entran en ésa definición.

Sett sonrió renovadamente, ya sin el aire agresivo. Y se acercó con el plato de comida.

—Vuelves a ser tú mismo. Anoche no te reconocí lunático.

Aphelios intentó tomar uno de los panes de arroz, pero no pudo sentarse, así que fingió que la comida no le interesaba. También obvio el reproche de Sett y siguió pasando las cuentas de su pulsera entre los dedos.

—¿Vuelves a ignorarme?

—No estaba ignorándote. Te escuché todo el tiempo, pero para pelear contra Dain tuve que consumir Noctum, de otro modo tal vez nos habría matado a los dos. Es la esencia de una planta que crece en Targón. Cuando la bebes no puedes hablar ni sentir, a cambio amplifica tus conexiones con el mundo espiritual. Mi lazo con la luna.

Las orejas de Sett se levantaron en alerta y éste dejó escapar una risa burlona.

—¿Qué? ¿Estuviste drogado durante la pelea?

Aphelios resopló sonriendo sin quererlo.

—Tienes una cualidad para volver mundano incluso lo más sagrado. No sé si me gusta o lo detesto, pero supongo que sí, es una manera de decirlo.

Sett lo miró a la cara tal cuál lo había hecho el día anterior y no encontró indiferencia, sino una expresión que era característica del lunari, entre la simpatía y el desafío. Le gustaba mucho más que el rostro vacío de la noche anterior. No había querido admitirlo pero era un pensamiento que lo había perseguido hasta la madrugada. 

—Bueno, ahora que descubrí ése misterio tienes que enseñarme tu técnica, incluso beberé esa cosa si es necesario para aprenderla.

Se puso de pie y le ofreció la mano al lunari, pero él no la tomó. Entonces Sett se percató de su debilidad. Sudaba frío y parecía adolorido, como si apenas pudiera moverse y respirar. Hasta entonces había creído que de alguna manera era tan resistente como él mismo. En ése momento cayó en la cuenta de que el día anterior cuando él no había saltado a tiempo para apartar a Dain éste podría haber asesinado a su guardaespaldas con un sólo movimiento más.

Ése pensamiento le resultó sumamente incómodo, espinoso. 

—Tardaré varios días en poder enseñarte. No soy medio vastaya como tú.

Sett lo escuchó, volviendo a la realidad y asintió con la cabeza, apartando los ojos de los de Aphelios, abrumado, sin saber muy bien por qué.

—¿Puedes pedir a Otoko que venga?  me temo que necesito de su ayuda y sólo te escucha a tí.

—¿Para qué necesitas a Otoko?

Aphelios frunció el ceño y su vista se dirigió hacia el cuenco de agua y el plato de comida. Sett dejó salir su risa de campana, pero no resultó grosera como antes.

—Debiste decirlo, no te dejaría morir de hambre espantapájaros, eres un buen guardaespaldas.

El lunari pensó que Sett se levantaría para llamar a Otoko, pero en lugar de eso se adelantó hacia él, le pasó la mano por detrás de la nuca para levantar su cabeza y le acercó el cuenco de agua con una atención que Aphelios nunca habría sospechado en un tipo tan grande y tosco.

Bebió todo lo que pudo, la fiebre lo ponía sediento y su boca estaba reseca, con un agrio sabor. Sett fue paciente, lo dejó beber el cuenco completo y luego le ofreció más agua, hasta que estuvo saciado. Aphelios se dijo que ésta era una actitud por demás extraña entre un patrón y un subordinado y se preguntó si sería parte de las desconocidas costumbres jonianas.

A pesar de lo amable que ya había sido el vastaya también se ofreció a ayudarle a comer el cuenco de Udon. Lo sostuvo por los hombros con uno de sus brazos y con el otro le acercó el plato a los labios.  No parecía incómodo por tener que sostener su peso. Aphelios lo miró con perplejidad durante unos momentos. Ni siquiera su mentor  cuando era un niño había sido tan generoso en su comportamiento. De alguna manera ésta clase de cuidados no era bien vista entre los lunari. Denotaban una inapropiada blandura de carácter.

—Deja de verme con ésa cara de pasmarote y come, quiero que te recuperes muy pronto. La paciencia no es mi fuerte y estoy ansioso por aprender tu técnica.

Empujó el cuenco suavemente hacia el lunari que levantó una mano temblorosa para sostenerlo por sí mismo en la medida de lo posible. Pasó el líquido condimentado y caliente poco a poco, percibiendo como le llenaba el estómago. La presencia tan cercana del vastaya era rara para él, difícil de asumir. Sett tenía un olor curioso que antes no había percibido. Un aroma algo fuerte, pero no desagradable. Quizás era el pelaje de su abrigo.

Sett se descubrió a sí mismo observando al forastero con una media sonrisa en la comisura de la boca. Como si viera algo que le agradaba particularmente. Borró esa sonrisa de inmediato y se apuró a retirar su brazo de alrededor del lunari, sin ser demasiado brusco. Aphelios lo estaba mirando de nuevo con un pliegue de duda entre las cejas. Entrecerró los ojos como si intentara entender algo respecto al vastaya.

—Eres muy extraño Settrigh. Puedes parecer un tipo duro pero no estoy seguro de que lo seas en realidad. 

Sett no pudo distinguir si esas palabras eran un reconocimiento o un insulto y se apresuró a responder.

—Soy fuerte, no duro. Los tipos "duros" suelen ser tozudos como asnos. Un antiguo maestro dijo "sé agua " es moldeable, se adapta, da de beber a los zoquetes con los que se topa, puede fluir pero también golpear ¿No lunático?

Aphelios no pudo evitar bajar los ojos y sonreír. El vastaya había vencido en éste pequeño juego.

—En cuánto pueda ponerme de pie y te enseñe mis movimientos, veremos si realmente eres capaz de "fluir".



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