Sett amaba a las mujeres. Las mujeres eran suaves y tibias. La mayoría de ellas solía espiarlo de reojo con un rubor en las mejillas, le hablaban con voces aflautadas. Se admiraban de su fuerza y su belleza, se enternecían frente a cualquier demostración de vulnerabilidad. Las adoraba.
Cuando los jonianos le negaban la entrada a sus tiendas y mercados, cuando lo echaban de su presencia Sett había encontrado una y otra vez, la compasión de una mujer. No sólo su madre, las jovencitas de su edad lo habían aceptado incluso antes de que se convirtiera en un enorme mestizo vastaya. El brutal mundillo varonil era despiadado, pero las mujeres siempre lo recibirían de vuelta. Celebraban sus victorias y cuidaban de él en sus derrotas. Incluso Otoko, sin estar enamorada.
La compañía de las jóvenes era casi siempre agradable, lo llenaban de atención y de mimos, como si fuera para ellas león y gatito a la vez. No había nada que lo satisficiera más que la burbujeante, inesperada presencia de una mujer. Era casi un sinónimo de comodidad y alegría.
Por qué entonces quien le provocaba esta odiosa sensación punzante en medio de las costillas no era una señorita curvilínea, sino un tipo. Un tipo taimado, que era áspero en lugar de suave y que no profesaba ninguna admiración por él. Un tipo que lo había medio matado la primera vez que se encontraron.
Sett permaneció recostado en el césped, volviendo con horror al recuerdo del bolo de raíces masticadas ¿Cómo se le había ocurrido que esa era una buena idea?
Se sentó, molesto. Sus pensamientos no lo dejaban dormir. Estaba avergonzado, pero el alfeñique que lo acompañaba nunca se daría cuenta porque Sett planeaba actuar con total descaro.
Deseoso de prestar atención a cualquier cosa antes que a Aphelios se dedicó a observar por encima de los matorrales. Estaba oscureciendo, en el ambiente apenas quedaba un resplandor azul como único vestigio del día.
El mestizo gruñó, le esperaba otra larga noche trotando con las provisiones y su compañero como peso muerto a sus espaldas; pero prefería el cansancio a toparse de nuevo con algún demonio de lo inhabitado.
Se volvió hacia el extranjero, disimulando su incomodidad lo mejor posible. El lunari despertaba de un sueño tranquilo. Miró la porción de cielo que los largos pastizales le permitían ver y señaló al firmamento.
—Luna llena—suspiró sonriendo, como si hubiera encontrado un pequeño tesoro—La madre luna fija su ojo brillante sobre nosotros. No hay peligro esta noche.—Su voz sonaba reposada, parecía que fuera a reunirse con un familiar muy querido.
El vastaya le dio al satélite un corto y escéptico vistazo. La luna era un misterio para muchos, pero a Sett le tenía sin cuidado. Estaba allí y ya, por lo que no tenía importancia.
—No pienso tomar el riesgo—.Tajó el gladiador poniéndose de pie, listo para emprender la marcha a través de los altos pastizales.
—Confía en mí. La noche de luna llena es especial. Nada malo ocurre en ésta fecha, no para un lunari y dado que estás conmigo la bendición se extiende también para ti.
Las orejas del vastaya se inclinaron hacia atrás con molestia.
—¿Esperas que me quede sentado aquí, a pasar la noche en medio de la nada?
—Sí, toma la ocasión y descansa. Creo que hasta podríamos encender una fogata.
El forastero se acomodó sobre sus codos, con esfuerzo. Sett lo observaba con el ceño fruncido, cubriendo su inquietud con un gesto de enojo.
—Hablo en serio, confía en mí Sett. Yo confié en tí y tragué las raíces, gracias a eso ahora me siento mejor.
Las orejas del vastaya se movieron hacia adelante por un segundo, denotando que había escuchado con especial atención, a pesar de que el mestizo estaba mascando un trozo de hierba con aparente indiferencia.
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El forastero
FanficUn forastero llega a las arenas de Jonia y se enfrenta al campeón invicto, Settrigh . Basado en el universo de League of Legends. Aphelios x Sett.