Tribu

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La gente del hostal había sido beligerante respecto a la presencia de Sett, pero una vez que el mestizo cruzó la puerta la tensión se alivió por completo. Varis, el propietario, trató a Aphelios con suma amabilidad. Le dieron una comida abundante y de buen sabor, incluso le ayudaron a caminar hacia un lecho. 

En el edificio no había habitaciones separadas, por lo que todos los huéspedes pasaban la noche en un amplio espacio y se recostaban en esteras individuales. Era un hostel humilde, pero sorprendentemente cómodo. Al menos para el lunari dormir bajo un techo, cubierto por algunas mantas era como estar en un palacio después de tantos días de vagabundear por el campo. Tendido sobre su espalda le dedicó un pensamiento a Settrigh. Esperaba que sin él pudiera arreglárselas mejor y encontrar un sitio comfortable dónde pasar la noche.

Los días siguientes fueron tranquilos y reparadores. Aphelios no tardó en sanar bajo los cuidados de los jonianos. Varis tenía dos jóvenes hijas, que se mantenían cerca del lunari casi todo el día. Le ayudaban a cambiarse los vendajes e incluso le llevaban dulces que se robaban de la cocina. Parecía que la presencia del extranjero las emocionaba y aunque el muchacho era callado ellas conseguían hacerlo hablar e incluso reír en un par de ocasiones. Eran guapas y simpáticas. Exactamente la clase de compañía femenina que Aphelios había envidiado a Sett.

Las jóvenes lunari eran mucho más sobrias y se mantenían siempre lejos de él. Pero las hijas de Varis no tenían ningún motivo para guardarle ése reverente respeto, por lo que se acercaban sin tapujos y se desvivían porque estuviera cómodo y se recuperara. 

Aphelios se sonrió en sus adentros. Qué pensaría el vastaya si supiera de lo bien que lo estaba pasando a sus costillas. Pero la idea, picaresca en un inicio, desembocó en preocupación. ¿Qué ocurría si Sett había vuelto a Navori?

La mayor de las hermanas, una muchacha de pelo rojizo llamada Vania, le había demostrado al lunari su preocupación por el hecho de que estuviera viajando con un mestizo.

—Puede parecer un humano, comportarse como uno, pero no lo es, te lo aseguro. Cuando menos lo esperes su lado más salvaje saldrá a relucir y quién sabe qué podría hacerte. Quizás asaltarte, ése collar tuyo y tus pulseras deben valer mucho por aquí.

El joven sonrió de lado, negando con la cabeza.

—Él no necesita dinero. 

—Entonces... —Vera la hermana menor entró en la conversación—.querrá hacerte daño de algún modo. Escúchanos, los vastaya odian a los humanos. Bajan de las montañas y matan a quien se encuentran, él no puede ser diferente.

Aphelios seguía negando con la cabeza.

—Cuando tu padre lo echó vi algo en su mirada. No lo había notado antes, me hizo pensar que  preferiría ser humano si tuviera elección. Además confío en él, salvó mi vida.

Las dos jóvenes se acercaron, sorprendidas.

—¿Por qué haría algo así?—preguntó la mayor. Aphelios se encogió de hombros.

—Tiene un código de honor y se ciñe a el, cuando le da la gana.—murmuró sonriendo sin darse cuenta.—Imagino que no quiere estar en deuda conmigo.

—Quizás ése mestizo no sea tan terrible, aunque creo no deberías confiar tanto en él. Aún así escucha, no lo olvides. Cuando te acerques a los montes debe cuidarte, esos vastayas son salvajes y te mataran en cuánto te vean.

—No lo harán—Aphelios sujetó su collar con la mano izquierda y con la derecha hizo una extraña seña—Yo volveré con los míos, sin importar qué, tan cierto como que la luna saldrá esta noche.

El forasteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora