En resumen, el maestro Takeda se encontraba siendo atacado por sus compañeros de trabajo, quienes parecían estar bastante molestos por alguna razón.
— ¡SÍ! — gritó uno de ellos.
— Están comportándose como niños. ¡Ukai, di algo!
El alfa, sentado tranquilamente, disfrutaba de su taza de café. — Chicos, esa máquina de café que compramos fue la mejor inversión que hicimos.
Todos asintieron en acuerdo.
— ¿Sabían que tiene una opción para hacer capuchino? ¡Me casaría con esa máquina!
— ¡UKAI! — regañó el beta.
Suspiró y, con calma, respondió. — Cada acción tiene sus consecuencias — luego volvió a tomar un sorbo de su café.
Dirigió su mirada nuevamente hacia los profesores. — Escuchen, esos grupos que teníamos antes solo generaban inseguridades en los alumnos y no les permitían avanzar correctamente.
— Hemos estado utilizando ese método durante años y los alumnos ya se habían acostumbrado, pero ahora tienen que adaptarse a uno nuevo sin previo aviso — comentó otro maestro.
— Ellos podrán acostumbrarse...
— ¿Y cuánto tiempo les tomará? — exclamó otro con preocupación.
— No estoy seguro, pero creo que será un proceso bastante rápido.
— ¿Y qué hay de nosotros? Tendremos que cambiar nuestro método de enseñanza — se quejó otro.
— No es necesario preocuparse...
— Claro, pero ¿has pensado en las competencias que se aproximan? Ahora no podemos participar porque tenemos que incluir a los alumnos que recién se están acoplando.
— Siempre hay una solución para todo - trató de ser positivo y tranquilizador. A veces, los cambios son necesarios para crecer y mejorar como educadores.
— Yo digo que lo castiguemos.
Todos dirigieron su mirada al rubio, quien se servía otra taza de café con una sonrisa traviesa en el rostro. Para él, la situación resultaba divertida y también quería cobrar venganza por lo que hizo el beta.