II

1.1K 172 81
                                    

Quien me iba a decir que ibas a aparecer en mi vida tan de repente y que la ibas a marcar de tal forma. Aún recuerdo el primer dia que llegué aquí, buscando un refugio en la cara de los demás, hasta que saliste tú, y fue entonces cuando sentí que ya no iba a estar solo nunca más si se trataba de estar cerca tuyo.
Pensé que nunca podría encajar aquí, la nieve era la única que me hacía brillar hasta que todo se apagó sin previo aviso, pero encontré unos ojos que fueron las estrellas de mi universo, haciendome sentir el niño que era antes.

-Solo arranca el coche y llevanos al skatepark abuelo Shadow.

-¡Que aún no soy un viejo! ¡Que estoy en mis veintes!

Era gracioso ver cuando Reki y Shadow discutían sobre su edad, lo hacen de costumbre y la unica intencion de Reki es hacerle enfadar.

Pensé parque estaría tan vacío como de costumbre, comúnmente estamos los de siempre, pero hoy había dos sujetos que desconocía. Eran dos hombres que parecían ya adultos, uno con el cabello de un ligero tono rosado, y otro que supuse que era su amigo, el cual iba sin camiseta marcando los abdominales como si fuera lo ultimo que iba a hacer en su corta vida.

-Parece que al final nos hemos reunido todos, esos dos tortolitos también están aquí.

Esta vez hablaba Miya, el representante de Japón y skater profesional, a decir verdad le admiro por su forma de patinar tan única y perfecta que tiene.

-Buenos días, Langa. Reki me ha estado hablando de tí últimamente y que has empezado recientemente a patinar, me gustaria ver si eres tan bueno como él dice.

Recibí un apretón de manos proviniente del peliverde, parecía un hombre atlético, realmente me imponía.

-Es un placer, soy Cherry y él es Joe, esperamos ser de tu agrado.

Recibí un segundo apretón, esta vez mas suave y cálido, el pelirosado se veía una persona calmada.
Pero entonces mi corazón dió un giro cuando oí una voz que no reconocía, sonaba robótica y de mujer, y no provenía de ninguno de los que estábamos aquí, del susto me enganché a la espalda de Reki, haciendo reír a este.

-Tranquilo, es Karla, la patineta de Cherry.

Todos rieron, incluyendome a mí, por fin podía decir que me sentía feliz estando rodeado de gente.

Las horas pasaban consecutivas y perdía la noción del tiempo. Todos se estaban esforzando en enseñarme lo que sabían, aunque su nivel no estuviera comparado con el mío.
De vez en cuando, cuando Reki y yo descansabamos en las rampas, podíamos ver como Joe iba dejando cortos besos en los labios de Cherry, suponíamos que era algo así como un potenciador de suerte, era bonito y gracioso a la vez.
Las piruetas y giros de Joe eran fascinantes, quién iba a decir que alguien podría hacer todo eso encima de una pequeña tabla de madera. La forma de patinar de Cherry era mas sofisticada y perfecta, todo estaba calculado a la perfección y ese dichoso skate parlanchín lo mesuraba todo.

Entonces la noche cayó, haciendo caer el rocío sobre las rampas, humedeciendolas y haciendo prácticamente imposible patinar.

-Es tarde, supongo que nos veremos otro día, ¡adiós viejo y gracias por traernos!

Reki tan eufórico como siempre se despidió y hechó a correr con su skate sin darme tiempo apenas para despedirme correctamente.

-¡Que no soy un viejo!

Reímos ligeramente, aunque yo no tenía demasiado tiempo.

-Ha sido un placer, espero que nos podamos ver en otra ocasión.

Recibí una sonrisa como agradecimiento de su parte y roté sobre mis pies para seguir a Reki el cual ya había desaparecido entre las calles.
Me impulsé con facilidad para deslizarme mas rapido por el asfalto, hasta que al girar en una esquina ahí estaba, tan sonriente como siempre.
A pocos metros de distancia de él, una pequeña piedra se encajó en mis ruedas, perdiendo el control completo de la tabla y haciendome caer encima del pelirrojo, tirandonos a ambos al suelo.

Pude oír una risa proveniente de él, su risa característica que se puede oír a tres cuadras atrás.

-Debes ir con cuidado, o te pasará mas veces esto y no siempre caeras acolchado.

Una risa entre dientes se escapó de mi boca mientras volvía a mi compostura, estar con Reki me había cambiado, me había hecho sentirme vivo otra vez.

Pero mi risa se silenció cuando noté que el pelirrojo ahora estaba a escasos centímetros de mí, podía notar su respiración chocando con mis mejillas y juraba que me estaba quedando sin aire.
Nunca había tenido a alguien tan cerca mío, pero por una extraña razón si era él no me importaba, juraría que podía contar a la perfección sus pecas gracias a la corta distancia que ahora existía entre nosotros.
Noté como su mano se plantaba en mi pómulo, mi mente estaba en blanco y mi respiración entrecortada, apenas podía moverme o siquiera hablar.

-Te has hecho una herida, cuando llegues a tu casa asegúrate de limpiarla bien.

En que demonios pensaba. Un tono rosado ahora estaba presente en mis mejillas, o mejor dicho, en todo mi rostro.

-Claro, iré con mas cuidado.

El camino a casa fué, extraño. Qué acababa de pasar, o aún peor, qué estaba esperando que pasara. Mi mente estuvo perdida durante el trayecto, haciendome ignorar todo a mi alrededor, incluso me salté mi propia casa.

-Perdon por llegar tarde, mamá

Fruncí las cejas cuando ví a mi madre plantada en la entrada de mi casa, con una sonrisa en la cara. Podía notar como desprendía orgullo, desde hace tiempo que no veía a mi madre tan contenta.

-Espero que te guste la cena, he preparado tu comida favorita.

Como de costumbre, estábamos los dos sentados en la pequeña mesa de la concina, el silencio normalmente reinaba pero era un silencio comodo cuando se trataba de estar con ella. La sonrisa de mi madre estaba presente otra vez y de alguna forma eso me tranquilizaba, sé que mi madre lo pasó mal y aunque trate de ocultarlo sé que su llama también se apagó aquél día que dejamos de ser tres.

Habló, su voz ahora sonaba eufórica y llena de energía, aunque la pregunta me pilló desprevenido.

-Dime, Langa. ¿Quién te trae tan despistado últimamente?

Mi boca se entreabrió haciendo que mis labios se separaran. Ahora estaba paralizado y pensativo, pues no era capaz ni tenía el valor de decirle a mi madre que un chico de metro setenta había aparecido en mi vida para cambiarla. Que si el cielo realmente existiera él es un angel, o mejor aún, él es la persona que me ha hecho sentir felicidad de nuevo, que en él he encontrado las piezas que faltaban para recomponer el desastre roto que había en mi interior, porque él me ha hecho sentirme querido por primera vez en mucho tiempo. Y aunque pasen los años y le vea con otra gente, otra ropa, otro pelo, no importará. Quizás en unos años ya no sea el mismo, alomejor será mas maduro, o seguirá siendo un crío en el cuerpo de un adolescente, pero pasen los años que pasen, estoy seguro de que el refugio en su mirada nunca cambiará. Y es él, la razon por la que estoy tan perdido estos dias, pero nunca podría expresar con palabras que es él, no ella.

endless nights | langa & reki Donde viven las historias. Descúbrelo ahora