Capítulo 2: Títeres

38 4 0
                                    

(Ezequiel)

Es atronador, me crujen los músculos del brazo encendiéndose la latente simbiosis, suben las pulsaciones y la ansiedad le gana a mis pulmones. Giro con rifle en mano antes de que una bandada de aves se escapara entre las copas de los árboles en el horizonte. La llamada de un Bókrug ruge con ferocidad. Es diferente aquella bestia que intentaba matarnos en la base. Esta huele a la presa, es su territorio y está advirtiendo a otro, «¿un vigía? Tal vez». Los gritos guturales siguen extendiéndose por varios segundos y son repetidos en el mismo patrón.

Los chicos se acercan pálidos sin mirar atrás, al llegar a lo alto de la colina se frenan junto a mí.

—¿Por qué te frenas suicida? Rajemos de acá —grita Jazmín cargando el pesado bolso.

—Estamos a salvos, no seas dramática, Jaz —le sonrío.

—No, tiene razón, tenemos que movernos y evitar enfrentamientos a campo abierto —Lucas agudizaba su lógica en la intemperie.

—Es solo un vigía, saben que estamos acá, solo está dando la noticia. Por el momento estamos a salvo.

—De repente este se volvió experto en Bókrug ¿o miró de chiquito mucho animal planet?

Lucas se puso a mi lado, los gritos ocurrían sistemáticamente, y él lo captó. Entendió a que iba.

—Lo oigo —dijo Lucas riendo al comentario de Jaz—, nada de qué preocuparse, por ahora, deben estar a unos cuantos kilómetros.

Apunté en círculo los ejes de los horizontes donde provenían los refugios de los más cercanos a nuestra posición. No era casualidad haber caído en este sitio. Belerofonte, un centro estratégico cualificado para tareas de espionaje no nos enviaría a la matanza así por que sí. Había un plan. Y ese era justo lo que nos haría salir vivos de esta.

—Eso sí que no lo puedo entender, ¿Cómo lo sabes?

Di vuelta el brazo, un rojo palpitaba intermitente como la señal de un conductor prudente al colocar un guiño al doblar la esquina. Ciertos indicios parecidos al código morse daban indicaciones que podía intuir.

—Solo lo sé —dije.

Calcé el rifle al hombro y adelanté el paso. Jazmín pasaba corriendo al otro lado de la colina donde hondaba la nieve y un cambio climático del carajo.

—Esto es una puta locura —soltó.

Un abrazado viento invernal la azotó haciéndole temblar los huesos. A esas temperaturas el cuerpo sufre de hipotermia y puedes morir a los cinco minutos.

—Los abrigos —dijo Lucas.

—La primera orden oficial del bedél en la cuarentena —dijo Jaz.

Estuvo a punto de gruñirle algo y dije:

—Bienvenido de vuelta —le palmee el hombro.

Cruzamos los bolsos en el suelo hundiéndose en una delgada capa blanca. Algunos refregábamos la mano para calentarlas y no sumirse en el entumecimiento. Abril parecía valerse del frio y sentarle bien. Fue la única en no quejarse, dejar el tapado térmico sin sellar, e ignoró los guantes.

—Jaz, ¿todo bien? —le pregunté.

Temblaba incluso con los guantes, y se puso unas horribles orejeras rusas. Reí y me sacó la lengua. Subió el rifle al hombro y la frené atónito antes que se pusiera de pie.

—Decime que eso es un accidente.

—Quería estar lista por si viene un Bókrug.

—El seguro no es para disparar antes, es para que no nos mates a nosotros. Inconsciente.

Anticuerpos 2: Código QuimeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora