Capítulo 18: Base de datos

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(Ezequiel)

Las imágenes sostenidas en el aire eran colosales, imitaban edificios de cinco pisos en movimientos, estacionados en el aire a punto de colisionar entre ellos, ¿Qué efecto tendría? No podía parar de imaginar el estadillo de una bomba nuclear al toparse ambos. La carne, los músculos, huesos, la gravedad, la inercia, todo atentaba contra sí mismo. Se frenaría cada partícula de ellos en pura destrucción.

En medio, una pequeña silueta llamada Jazmín estaba de cuclilla, lista para el asalto. La rodeaba un aura negra, una especie de malevolencia saliendo y casi emergiendo de sí. Estaba en estado de shock o instinto asesino.

Las sombras de ambas criaturas la ennegrecían cubriéndola en penumbras. Era pequeña y menuda, pero para esas criaturas no era más que una pulga, algo intranscendente que no alcanzaría a llenar su estómago, si quiera un problema para su territorio, como lo eran los insectos para nosotros, los estudiábamos, los conocíamos, pero apenas si nos importaba que estuvieran en nuestro jardín o donde tomábamos unos mates. Eran parte del mundo, ahora estos invasores pensarían lo mismo de nosotros y parecía que crecer no era un problema para ellos. Solo tuvieron que llegar en su estado más primitivo para volver a tener su aspecto original. Era tiempo de detenerlos antes que llegaran a la cúspide de su forma evolutiva, en ese caso, no tendríamos más que destruir la tierra, antes que compartirla con el nuevo depredador de la cadena alimenticia.

Las titánicas masas colisionaron y no fue nada parecido a lo delirante de mi mente, solo un impulso desgarrador, un terremoto y el derrumbe de varios edificios a la redonda. Entre tanta locura la estela oscura de Jazmín se deslizó casi imperceptible hacia nosotros. Seguía en una postura fuera de lo normal, casi animal, como un felino a punto de ir contra la presa. Los ojos eran blancos y penetrantes, gesticulaba una sonrisa demencial de oreja a oreja.

—Tranquila –dijo Abril—, déjalos que peleen por su sitio en esta tierra.

Fue rápida en actuar y calmar las ansias que corrían de reptillia dentro de jazmín. Había advertido que estaba mutando. Al igual que ella, Abril tenia cambios drásticos, su piel brillaba a la luz del día, como diamantes o agua cristalina bajo el sol. Eran pequeños destellos que reflejaba en el aire. Pactaba con la calma y la sinceridad.

Una inmensa nube de humo tapó a las dos, incluso a Lucas a y mí que no podíamos parar de mirar ambos sucesos. Los dos eran igual de extraordinarios. En el cielo una lucha titánica entre un ave rapaz cazando y un armadillo cubriendo su territorio. Plantaban cara con garras, dientes, tentáculos, colas, miembros extras que eran difíciles de describir, incluso las comparaciones se me hacían absurdas, esas bestias eran solo cosas que podíamos imaginar en el fondo del océano, perdido hace millones de años entre los crustáceos.

Al final las masas se entrelazaban entre giros, mantenidas en el aire por la potencia de las alas del ave, la pelea duró algunos segundos, pero parecieron minutos de intercambios fatales de garras, más parecidas a afilas espadas del tamaño de un camión con acoplado. Pequeñas protuberancias como dedos o partes móviles eran adaptadas para el combate cuerpo a cuerpo y usaban estas para desviar las cuchilladas mortales.

Cuando todo terminó, la criatura terrestre fue la vencida, cayendo desde la altura y causando el mismo impacto que al arremeter hacia los cielos. El vientre estaba abierto a la mitad y sus entrañas se desparramaban en la avenida principal cual inundación, la sangre acaparaba las manzanas cercanas, llevando vísceras por todos lados.

En el otro punto místico, Abril ponderaba un aura blanca seguida de una corriente de aire que no solo alejaba y volvía en si a Jazmín, también evitaba de alguna manera que la sangre llegase a nuestros pies.

Anticuerpos 2: Código QuimeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora