|Le encanta escucharte hablar|
Toge esperaba pacientemente a que su novia llegará de la tienda. Dijo que no se tardaría, pero hace media hora que salió de la casa, y aún no regresaba. Intento llamarla a su teléfono más de tres veces, pero no contesto ninguna de ellas.
Su calma se iba cuando pensaba que algo malo podría pasarle.
¿Y si algunos depravados intentaron hacerle algo? Juraría que los mataría si llegaron a tocarle un solo cabello...
La puerta abriéndose detuvo sus pensamientos asesinos. Se levanto de la mesa casi corriendo. ____________ traía dos enormes bolsas y las cargaba con algo de dificultad.
Se acercó a ella y tomo ambas bolsas —mucho más fácil para él— y las llevo a la cocina con una sonrisa.
—Agh, muchas gracias cariño, pensé que se me caerían los brazos —se dejó caer dramáticamente en el sillón—. ¿Estuviste llamándome?
—Shake...
—Lo siento... Tenía las manos ocupadas y no pude contestarte —el peliblanco se acostó en sus piernas y cerro los ojos—. De camino aquí vi que buscaban dueños para perritos abandonados, tal vez podamos adoptar alguno, ¿Que te parece?
Entonces, ella comenzó a contarle sobre su día, cosas tribales que poco le importarían a los demás, pero que para Toge eran lo mejor de ella. Escuchar su voz emocionada y contenta era su parte favorita del día, y el como lo acariciaba a medida que la historia avanzaba. Incluso tenía una manera de hacerlo según su estado de ánimo. Aprendió a identificarlo con el tiempo.
Conocía cada detalle de ella. Era inevitable no prestarle atención, quedarse embelesado mirándola o escuchándola. Era como su droga.
Antes de darse cuenta, Toge quedó dormido, tan relajado por su melodiosa voz. ______________ bajo la mirada, llamándolo un par de veces.
—¿Cariño? —lo observó uno segundos. Su cabello se esparcía por toda su frente, y una suave sonrisa se dibujaba en sus labios.
Algo nerviosa, la mujer agarró su teléfono y tomo unas cuantas fotos. Pocas veces tenía la oportunidad de verlo dormido. Iba a atesorar aquello como uno de sus más bonitos recuerdos.