VIII

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Ambos, decidieron no comentar nada a sus mayordomos de lo que les estaba sucediendo, perfectamente, ya sabían que si decían algo, sus mayordomos actuarían de la peor manera que lograrían imaginar, buscando por cada lugar del mundo si es necesario, para saber quiénes son los que asechan la vida de los jóvenes. Y eso mismo, era lo que les preocupaba. ¿Y si era un demonio de rango mayor? ¿O quizás algo peor que eso? No se sabe, y para proteger a sus amantes, ambos prefirieron guardar silencio, optar por lo sano.

La venganza, y la trampa, se deshizo, por lo menos hasta comprobar que todo estaba bien. Que no habría nadie, y sentirse netamente seguros.

Cada uno, llevo a cabo un plan para conllevar la salida de esa venganza, ninguno estaría totalmente dispuesto a hacer algo que no protegiera a quienes amaban. No serían felices con ellos, no estarían tranquilos.

Sorpresivamente, ambos mayordomos estuvieron de acuerdo con ello. Pero, de inmediatamente cambiaron el rumbo de la conversación a otra más sonriente, u otra a que les agradara.

Los mensajes, no eran excesivos, ni nada por el estilo. No les llegaba cada diez o veinte minutos, cada dos dias, les llegaba el mismo mensaje, corto y preciso, a ambos, a la misma hora. "15:30".

Aunque, normalmente estaban nerviosos, no les comentaban nada a sus amantes, y solo se los guardaban para ellos, usando como excusa la preocupación que ambos sentían.

Pero, dejando de lado aquellas desesperaciones diarias, su amor hacia ellos cada vez era más fuerte. Era una dependencia emocionante. Quizás, hasta ni siquiera eran capaces de separarse tanto tiempo los jóvenes de sus mayordomos. Tenían un tiempo permitido según ellos, una abstinencia sin tocarse era un infierno, y sin hacer el amor era aún peor. Cada vez, las dos parejas reclamaban su atención, y todos los días se escuchaban esos ruidosos "Te amo, y anhelo"

¿Cómo los sirvientes de aquella mansión, aún no se dan cuenta de lo que pasa dentro de la misma?

Solo soy un mayordomoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora