|Capítulo XIII - El Pasado de Prince|

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En el capítulo anterior...

—Cuando digo que te ves lindo sonrojado lo digo de verdad —murmuró él—. No intentes esconder tu belleza.
...

—Es que no puedo, Prince —confesó el de ojos oscuros con la mirada baja.

El de cabello chino se alejó lentamente tan pronto cómo escuchó la confesión de su compañero. Con ésto confirmaba que sus sospechas en efecto eran ciertas, Jackson aún no se aceptaba a si mismo.
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—¡Vamos, Jackson! —gritaba mientras corría por la acera. Estaba particularmente más feliz de lo normal, emocionado por enseñarle su hogar a su compañero.

—¡Espera! ¡No me dejes atrás! —le alcanzó— Para ser pequeño corres muy rápido —bromeó agitado.

Prince rio ante su comentario. Le miró de reojo cómo solía hacerlo la mayoría del tiempo cuando él no se daba cuenta. Ese día en particular, Rogers vio algo que nunca había mirado en Michael anteriormente. Él tenía el cabello suelto. Normalmente lo tenía atado en una desordenada coleta, pero ese día fue diferente, lo cual trajo la atención del moreno al instante.

Ese día se veía más que radiante, con el sol iluminándole el rostro y el cabello. Rogers se admiraba ante tal obra de arte, así es como lo consideraba él. Una obra viviente, lo más perfecto que te pudieras imaginar. Puede sonar algo cursi, pero a veces pensaba que él era un ángel que cayó del cielo para dar alegría a la tierra.

—Sé que me estás viendo —habló Michael con una sonrisa ladina.

El de ojos claros se removió enseguida, a menudo vacilaba con pena cuando Jackson lograba atraparlo mirándolo. Ahora más que antes Michael conseguía percibir las constantes miradas de su compañero, era algo nuevo para él.

—Oh, ya llegamos —le avisó para romper el incómodo momento.

—¡No puede ser! —se maravilló al ver la casa de dos pisos—. Es enorme tu casa.

Prince sacó las llaves del bolsillo de su pantalón. Ver lo emocionado que estaba su amado lo hacía sonreír también, parecía un niño pequeño a punto de abrir un regalo que había esperado durante meses.

Después de haber abierto la puerta principal ambos pasaron por ella, adentrándose en la casa. Jackson no paraba de observar a su alrededor, mirando con detenimiento cada detalle del hogar. El sofá grisáceo, la cocina brillante, el comedor a un costado, el pequeño mueble que sostenía el teléfono, la alfombra a los pies del sofá y la mesa al lado de este.

—¿Quieres un vaso con agua? —se acercó a su compañero y dejó su mochila en el sofá.

—No, gracias —respondió Jackson con una sencillez que era característica en él.

—¿No se te ofrece algo de comer antes de que sigamos con el proyecto? —abrió y revisó el contenido del refrigerador.

—¿Tienes chocolate o algún dulce? —le cuestionó el rizado inclinándose hacia él con una emoción que casi hizo reír por segunda vez al de cabello chino.

—¿Chocolate? —sonrió de nuevo—. ¿Te gusta mucho el chocolate?

—Sí, lo adoro —por poco se le hace agua la boca pensando en ello.

—Emm... creo que no tengo —miró con pena el interior de la nevera para posteriormente cerrarla— Pero tengo algo de goma de mascar en el bolsillo ¿quieres? —sacó del bolso de su pantalón una pequeña goma de mascar en su paquete y se la ofreció a su amado.

—Sí, gracias —tomó aquella golosina, le retiró la envoltura, se la llevó a la boca y comenzó a masticarla con la boca entreabierta—. La goma de mascar es mi segundo dulce favorito.

Universidad Homofóbica I PrichaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora