Capítulo 35: Yo no creo en ti, yo apuesto por ti

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Desde que era muy pequeña tenía esta irremediable idea de querer ser astronauta. Cuando lo decía en la escuela muchos de mis profesores me observaban con ternura mientras se reían. Al principio yo pensaba que era porque de verdad creían que podía hacerlo, pero cuando crecí, me di cuenta que me observaban de esa forma, ya que, en realidad, solo me dejaban vivir un sueño infantil que era una locura casi inalcanzable.

No fue hasta los 8 años que cambié lo de astronauta por bailarina. Ahí fue cuando me di cuenta que de verdad me gustaba mucho bailar hasta que los pies me dolieran y el sudor se pegara a mi ropa. Cuando se lo dije a mamá, ella me inscribió en el taller de expresión corporal en la primaria. En esa época fui muy feliz haciendo obras en las cuales me movía sin parar. En las que podía ser libre.

Pero, cuando llegué a los 15 años, fue el momento en que mi sueño quedó sin rumbo.

Fue uno de los años más difíciles de mi vida, en los cuales me pregunté: ¿Qué carajos voy a hacer con mi futuro? Me sentía desorientada, no tenía ganas de nada, y además mis calificaciones en la escuela habían empeorado hasta tal punto de que llegué a reprobar 3 materias.

No había forma de que comenzara una carrera con esas calificaciones en mi expediente.

Bueno, en ese tiempo, Max trabajaba y seguía yendo a la universidad al mismo tiempo para ayudar a mamá. Ese fue el momento en que la escuela nos propinó una beca, en el caso de que uno de mis apoderados falleciera, gracias al seguro escolar.

En ese preciso instante fue en que me di cuenta que tenía que seguir adelante, tenía que surgir, ayudar a mamá y a Max, quienes se estaban jugando su vida para pagar las cuentas de la casa, el seguro del auto del accidente de papá, los gastos de la funeraria, la póliza del hospital, demasiadas cosas de las cuales yo no podía ayudar ni aunque quisiera. No era mayor de edad y tenía que cuidar a un pequeño Dylan de cinco años que no tenía ni idea de lo que estaba pasando.

Ese era el gran grano de arena que podía aportar.

Sacar buenas calificaciones y sacarle un poco a mi madre y hermano mayor, el gran peso que estaban llevando sobre sus hombros. Tenía que reivindicarme. Respirar y seguir adelante, aunque no tuviera las fuerzas suficientes para hacerlo. Tenía que. La corporación educacional, me había dado una gran proporción de ayuda a mi semestre académico, además de una beca. No podía tirar todo a la basura.

Tenía que hacerlo por ellos. Por mí. Por papá.

Porque sabía que él creía en mí y seguía haciéndolo aunque ya no estuviera a mi lado. Él nunca hubiera permitido que me rindiera sin antes haber luchado. Él no era así. Recuerdo como si fuese ayer el momento en el que fuimos a la graduación de Max.

— ¿Papá, tú crees que alguna vez lograré graduarme como Max? —le pregunté, dejando de mirar a mi hermano mayor, sentado en una de las sillas de graduados con los demás de su generación, para mirarlo a él.

Dejó la cámara de fotos a un lado para mirarme con una gran sonrisa en su rostro. A su lado, mamá sostenía a Dyl quien no dejaba de balbucear cosas en su regazo.

—Claro que sí, florecita —murmuró, acariciándome el cabello —Tu puedes lograr todo lo que te propongas, siempre y cuando creas en ti —tocó el centro de mi pecho con su dedo índice.

— ¿Tú crees en mí? —le pregunté con emoción, dándole un pequeño vistazo a mi hermano mayor, quien llevaba una túnica y un birrete azul en su cabeza.

Negó con la cabeza.

—Yo apuesto por ti —corrigió, y yo fruncí el ceño.

¿Qué diferencia tenían esas dos palabras?

Enamorados por Accidente [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora