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En Latinoamérica los indígenas sacrificaban a sus mujeres y niñas para los dioses; los españoles usaron a las mujeres indígenas como objeto sexual y los hijos mestizos se avergonzaban de sus madres. Hoy en día, las cosas no han cambiado mucho. Todavía prevalece un machismo ancestral. Los hombres latinos suelen convertirse en jefes a base de gritos, fuerza física, control económico y humillaciones. Casi nunca ayudan a sus esposas  en la casa, porque si lo hacen, serían mandilones y eso es un insulto a su hombría... Por si fuera poco, muchos maridos son infieles y alcohólicos. A veces la situación llega a tal extremo que la esposa pone un alto y se separa; entonces los hijos la juzgan y la critican, ya sea porque no entienden cómo aguantó tanto, o porque no entienden cómo no aguantó un poco más... El caso es que, cuando el hombre humilla a la mujer, los testigos muchas veces acaban despreciandola, o pensado que es una tonta.

¿Pero por qué sigue sucediendo esto en pleno siglo veintiuno? Porque no importando la época y el lugar, la mayoría de las mamás soportarán casi cualquier cosa por sacar adelante a su familia. Ellas lucharán por construir el mejor hogar posible con los recursos que tienen.

Vean esta escena: Es domingo, van en el auto de paseo. El papá maneja; a un lado la mamá, y en el asiento de atrás, los hijos. Por alguna tontería, el papá se molesta y estalla en maldiciones, insultando a su esposa.
Todos guardan silencio y la mujer entonces tiene dos opciones. La primera, defenderse y discutir. Si lo hace, seguramente el hombre gritará y la insultará más fuerte, y como va el volante, comenzará a manejar violentamente poniendo en peligro a la familia (si choca le echará la culpa a su esposa porque lo sacó de quicio, pero como seguramente no chocará, solo asustará a todos), quizás se hará el indignado y decidirá regresar a casa cancelando el paseo. La segunda opción para la mujer, es callarse, pasar como una tonta, sin dignidad ni valor y llorar en silencio para no alterar la convivencia, y los hijos crean que su nidito de amor no se está destruyendo... Y después, si el papá, impulsivo, maltrata al hijo y lo deja temblando, ella irá con el pequeño y le dirá que trate de comprender a su papá e incluso que le pida perdón.  Todo en pro de la santa paz.

¡Cuántas cosas no hace una madre para proteger el corazón de sus hijos! ¡Cuántas sacrificios silenciosos para que ellos crezcan con las menos heridas posible!

Aunque el amor es un regalo y debería existir a pesar de nuestros errores, muchas mamás luchan por ganarse el amor de la familia trabajando y manteniéndose hermosas. Si el papá es gordita, peludo, calvo o panzón, la mujer lo debe querer tal cual es. Pero ¡ay de ella si se descuida! No importa que entre a la menopausia. Tiene que estar en forma, atlética, delgada sin arrugas y de buen humor. Ah, y de preferencia que no hable de dietas, porque ya cansó a todos. (Eso sí, si van a un restaurante, que se coma su ensalada pues ya ni le queda la ropa). Así, la mayoría de las mamás viven con culpa por lo que comen y tragando veinte mil pastillas para que no se note el desgaste de la vida.

Por otro lado, la mayoría de las mujeres trabajan también en oficinas o venden productos para ayudar a las finanzas, pero eso no la exime de sus obligaciones domésticas: ¡que no falte comida, ropa limpia y calor de hogar!

También se les recomienda que estudien o tomen cursos. Porque la mujer que no se supera, huele a cebolla y ajo. Ah, pero si estudia, está descuidando la casa y todos lo que hacen son tonterías. (¿Para qué vas a esos cursos si no ganarás dinero? Mejor yo te lo pago, pero quiero que estés encerrada aquí; ¿ah no? ¡Pues entonces no te quejes de que me busque otra!).

En el día del padre, al hombre se le suele hacer su comida favorita, si quiere sentarse a ver el futbol o a jugar con sus amigos, todos deben dejarlo en paz (es el día del padre). Pero el día de la madre (ya sabes mamá, el año pasado fuimos a un restaurante e hicimos una hora de cola; mejor nos reunimos en tu casa y te ayudamos), las mamás acaban organizado la comida y atendiendo igual o peor que siempre, porque a la hora de la verdad nadie ayuda, ellas son festejadas, pero también anfitrionas.

Como las madres saben eso, por lo menos organizan un desayuno o reunión, se compran sus propios regalos y se los dan entre ellas. Claro, no les dicen a sus maridos cuánto gastaron porque recibirían el reproche de que son despilfarradoras y se dejan lavar el cerebro por los comerciantes que inventan estos días festivos.
A la mayoría de los hombres e hijos se les olvidará comprarles algo y tratarán de lavar su culpa con un ramo de flores de la esquina.

Es cierto que lo anterior no sucede siempre ni en todos los casos; sin embargo, este reportaje intenta sensibilizar a quienes teniendo cerca a grandes mujeres, tal vez han pasado por alto elogiarlas y darle las gracias de corazón por cuan sensibles, comprometidas, responsables, honestas y trabajadoras han sido durante años.

Y a ti mujer, que te mantienes entusiasta, luchando con la cara en alto en la adversidad, en nombre de tus seres queridos, te enviamos el cariño de un abrazo y nuestras felicitaciones por ser quien eres.

Mientras RespireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora