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Se quedaron asombradas cuando el vídeo terminó.

—¿Qué les parece?— preguntó Pilar.

Zoe la única casada y con hijos, opinó:

—Parece convencional, pero no lo es... como dices, causará polémicas.

Ana hizo un comentario cáustico.

—Por eso yo nunca me casé.

—Bueno—Pilar promulgó por equilibrio—, el reportaje habla de una realidad muy difundida, pero no absoluta ni general. Hay muchísimos hombres buenos que protegen a sus familias, enaltecen y cuidan a sus esposas.

—¿Como Roberto?

—Sí. Soy muy afortunada.

—Y tú Roberto, ¿crees todo lo que el video dice?

El hombre asintió.

—Yo escribí el guión.

—Entonces tú eres el que escribes—dijo Mireya—, quiero decir, en el equipo de Pilar, tú elaboras  contenidos.

—Por eso es importante que hoy esté con ustedes.

—Ahora entiendo.

—De hecho tengo un libro que ha sido bien aceptado. Les trajimos una copia. Es modesto. Contiene definiciones y pautas para entender por qué suceden ciertas cosas.

Pilar sacó el ejemplar. De escasas cien páginas, empastado con cartoné y forro de papel plastificado. Ellas se lo pasaron de mano a mano. Lo hojearon y luego lo dejaron sobre la mesa. Se pusieron tensas al darse cuenta que en la misma plataforma central estaban las nueces rancias, las cartas de suicidio, los tres frascos de veneno, y el libro de Roberto.

—Voy a comenzar a instalar el equipo de video—dijo Roberto—. ¿Me dejan revisar las posibles locaciones?

—Claro—respondió Mireya que sin ser dueña del inmueble lo ofreció—. Estás en tu casa.

La periodista fue detrás de su marido e intercambió con él opiniones respecto al escenario. Zoe aprovechó para tomar los frascos y esconderlos bajo las almohadas del sillón individual. Luego puso la charola de nueces sobre el platón de misivas póstumas.

Pilar y Roberto eligieron el rincón del vestíbulo donde había una estatuilla de Don Quijote.

—Este sitio es perfecto. ¿Podemos mover la escultura?

—Sí—contestó Zoe, pero no hizo el menor intento de ayudarles.

Roberto puso manos a la obra. Acomodó la estatua en otro lugar. Colocó el tripié de la cámara apuntado hacia una pared blanca. Puso pantallas con luz indirecta. Todas lo observaron trabajar.

Pilar se reunió con las tres mujeres e hizo una especie de junta como la que organizan los líderes deportivos antes del partido más importante.

—Hoy será una gran noche, amigas. Por favor denme sus celulares, apáguenlos. Póngalos aquí, en el librero; ahora. Y voy a pedirles otro favor. Cuando hablen, no oculten nada. Exprésense desde lo más profundo de su ser. No traten de quedar bien o verse bien. Sean sinceras y transparentes. Ustedes tienen mucho que decir. Lo que va a ocurrir aquí le dará la vuelta al mundo—Zoe se veía disminuida. Mireya incrédula. Ana aterrada—. ¿Quién quiere comenzar?

Ninguna se ofreció.

Mientras RespireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora