10. La Supremacía De Pan

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ADARA

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ADARA

   🇪​sto era ridículo incluso de oírlo, inimaginable de pensar. Ya que en primer lugar, era sumamente bizarro la idea de amarlo; de alguna forma estaba cautiva en la isla, lo que me lleva a considerar la posibilidad de desarrollar el llamado Síndrome de Estocolmo. En segundo lugar, me juré a mi misma internamente que continuaría con mi plan inicial sin sentimientos absurdos de por medio. Y por último, mi corazón pertenece a una persona que se encuentra fuera de alcance; espera que aquí podría pasar página y enterrar mis sentimientos en el fondo de mi corazón. En lugar de ello, se hallaban más relucientes que la cristalina agua en la que nadábanos en éste momento.

Vuelvo a analizar con detenimiento las palabras que dijo, apenas termino de digerirlas, parpadeo rápidamente y suelto una risotada. Me callo y no dudo al responder, al advertir su mirada de desconcierto y confusión. Entonces, cómo acto seguido, asimilo la situación.

—Es una total absurdidad, no me enamoraría de ese desgraciado ni aunque fuese el último hombre sobre la faz de la tierra.

Tenía que de algún modo serlo. Mis ojos párpados picaban.

—No inventaría algo así para perjudicarte, Ad—insiste con voz infantil—. Tú sanarás su corazón y lo cambiarás para bien, entonces ustedes dos...

—¡No sigas, por favor, no lo hagas!—rertifico, salpicando agua en todas direcciones—. No te atrevas a terminar la oración. Debe ser un mal karma por parte del universo. No era suficiente perder a mis padres y mi hermano, también amaré al idiota.

—Ad..

—¡Basta, niño!—grito fuera de mis casillas, río sarcástica—. Vaya, déjame adivinar. Nos casaremos y tendremos muchos hijos, o adoptaremos a los niños perdidos, ¿No es así?

Tenía un mal presentimiento sobre todo ésto, las palabras brotan de mi boca sin cesar. Los oídos me zumban. Sentí la urgente necesidad de salir corriendo de aquí. Cuando intenta colocar su mano en mi hombro, si  apenas darle tiempo a lograr su cometido, salgo de allí a trompicones y sin atreverme mirar atrás. Escuchaba su voz a lo lejos a mis espaldas diciendo mi nombre una y otra vez, ignoro radicalmente su desesperación. Corro tan deprisa que me costaba respirar.

Durante el trayecto, intentando no tropezar con mis pies, aparece el rostro del niño bonito en mi mente sin darme tregua y mi corazón late desbocado. Recuerdo vagamente el día en que lo ví por primera vez, desde el primer instante supe que traería caos a mi vida.

Mi ropa gotea y el ambiente se puso frío de pronto. Mi cabello húmedo cae sobre mis hombros. Al llegar y determe en la playa, sin importarme quien podría ver, me deshago de las prendas mojadas de mi cuerpo, quedándome en brasier y bragas. Una briza fresca me rodea. Tiendo lo demás sobre una enorme roca para secarla al sol, y que, a juzgar por su posición actual, debía ser poco más del mediodía. El sonido de mi estómago rompe el silencio, permitiéndome saber que tenía hambre; y cómo si mis ruegos fueron escuchados, una conocida voz careciente de expresión hace acto de presencia, haciéndome sobresaltar. Trato inútilmente de cubrir la mayor parte de mi cuerpo, su mirada lo encudriña de arriba a abajo. Trago saliva al verlo humedecer sus labios, acto que me causa repulsión hacia su persona, no retrocedo ni un centímetro. Su descaro es desagradable.

—Te está esperando, no agotes mi paciencia y camina, niña—dice tosco y seco, casi con un tono automatizado, luego da media vuelta y, cómo si mi presencia no valiera nada, se dispone a caminar. Sé exactamente a donde se dirige.

—¡Espera un momento!—hago que se detenga de mala gana, me dirige mirada de recelo; mis mejillas arden y señalo mi semidesnuda anatomía—. No puedo ir así, mi ropa está mojada y yo...

Me interrumpe su resoplido, rueda los ojos mientras se quita su largo abrigo. Me lanza la prenda con violencia contra mi pecho, la analizo con suma atención, parecía que no la había lavado jamás. Lo miro cómo si creyera que es una broma de mal gusto.

—Es broma, ¿Cierto?—señalo el abrigo en mi mano cómo si fuese algún contaminante tóxico—. ¿Quieres que me la ponga?

Me mira irritado.

—¿No está claro, mocosa?—se cruza de brazos impotente, podía distinguir una vena haciendo presión en su frente. La escena que protagonizaba me dió un escalofrío.
Obedezco cómo una marioneta, ya que no tenía opción alguna. Siento su aguda mirada sobre mí, arqueo una ceja. Lo miro directamente a los ojos, su cicatriz lo hace lucir más amenazante.

—¿Al menos podrías darte la vuelta y darme algo de privacidad?

Por fin decide moverse y mira en dirección contraria. La situación ya era de por sí grave cómo para que me mirara mientras me cambio. Después de asegurarme que no me observa, me coloco perezosamente el abrigo de piel, el cual llegaba a poco más de unos centímetros arriba de las rodillas, sin mencionar las enormes mangas que tuve que arremangar. Al ver que aún sigue de espaldas a mí, los pensamientos se amontonan en mi ajetreada cabeza, la idea de huir resultaba exitante y atrayente. Pero cómo si sintiera mis ojos clavados en su anatomía, su mirada se clava cómo dagas en mí. Permanezco inmóvil. 

—Si ya terminaste de joder al mundo con tu existencia, camina de una vez.

Exige amargo Félix, sé que no es opcional. Cómo si algo me poseyera, lo sigo robóticamente pisándole los talones. A juzgar por el ritmo que lleva y dado que parece apurado, un Peter Pan nos espera para nada contento en el campamento.

[•••]

  Su expresión lo dice todo, está molesto. Claro, tenía que ser...

Se me enfrían las entrañas al divisarlo a unos metros, algunos niños perdidos lo rodean y lucen temerosos. Intercambia algunas palabras intangibles con Félix, mientras acaricia su barbilla. Luego, en cuestión de segundos y apretando los dientes fuertemente, camina en mi dirección cómo alma que lleva el diablo a grandes zancadas. Su expresión no cambia al estar de pie frente a mí, y soy recibidores de una fuerte y estruendosa bofetada.

—¡No has cumplido con el trato, pequeña rata!—grita sacado completamente de quicio—. ¡Te dí tu tiempo y sigo sin tener su corazón en mi poder!

Lo miro incrédula, sobo mi adolorida mejilla. Las ganas de llorar me abordaron, pero no debía bajar la guardia. Decía la verdad, pero no era suficiente razón cómo para golpearme de tal modo.
Debía disipar mi ira, tenía que pagar caro tal humillación. Sintiéndome impotente y sin pensarlo dos veces, le devuelvo el golpe en la mejilla, pillándolo desprevenido y dejándolo anonadado. En lugar de vengarse, sonrió sádico, comencé a sentir muchísimo pánico.

Juraría que sus ojos se volvieron totalmente oscuros, me invade una oleada de repentino miedo. Para mí sorpresa, se hecha a reír y recorre el contorno de su labio inferior con su dedo. Todo el apetito que sentía fue reemplazado por un enojo totalmente fundado.

—Te quiero ésta noche en mi cabaña—exclamó, antes de que pudiera replicar, continuó—. Y si no asistes, mataré al niño yo mismo de una forma lenta y dolorosa.

Se marcha sin dirigirle mirada a nadie, suelto poco a poco el aire que no sabía que estaba conteniendo. Supuse que su amenaza iba encerio, así que debía ir y salvar la vida del inocente Henry, al menos por ahora. Porque al final sería yo misma, no por mérito propio, quien le sacará el corazón de pecho.

Lágrima tras lágrima cae por mi afligido rostro. Cómo acto reflejo, busco al pequeño castaño con desesperación. Toda ésta situación me hace tomar malas y egoístas decisiones, estaba pensando en mí misma en éste momento, no me hallaba dentro de mis cabales.

El castaño estaba en nuestro lugar en la playa junto a la ropa que dejé hace rato, con su cara compungida. Suspiró aliviado al enfocar su mirada en mí. Finjo estar preocupada.

—Henry, hay algo que debes ver ahora mismo. 









Darkness Between Us-Peter Pan [Completa ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora