Adara, una princesa, es perseguida por una hechicera gracias a la traición de su madre. Obligada a escapar, viaja a través de un portal mágico a una extraña tierra, Neverland. Allí caerá en las manos de Peter Pan.
Su mayor deseo es salir de ése inf...
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🇷eino de Maldea, Ocho días después...
El gran castillo de miles de habitaciones, pasadizos y bellos jardines de flores, que alguna vez consideró su hogar se convirtió en un infierno en el que la mantenían cautiva. Todos sus planes de destruir a la bruja se fueron por el caño en el minuto que pisó aquí. Fue despejada de sus armas y su libertad cómo si de un animal enjaulado se tratase, se avergonzaba de la situación en la que se hundió, los castigos que le daban si desobedecía eran intolerables.
Ellos eran intransigentes y estrictos, todo lo que salía de sus labios era errático y merecía ser disciplinada, incontables moretones cubrían su pálido y escuálido cuerpo, no se alimentaba bien hace días, si tenía algo de fe ellos se encargaban de extinguirla. No se resignaría a aceptar vivir de ésa forma inhumana, era perseverante y perspicaz, en la isla adquirió habilidades de supervivencia, sabía adaptarse a las circunstancias.
«Puede que tengas que luchar una batalla más de una vez para ganarla», y rendirse a la primera no era una opción viable. Sólo uno saldría victorioso en ésta guerra. «El campo de batalla es una escena de caos constante. El ganador será el que controla el caos, tanto el propio como el de los enemigos». La actitud lo es todo, en la vida y en el campo de batalla, si no lo intentamos, nunca sabremos si era posible o no. Mucha gente la esperaba con vida, no les fallaría.
La habitación en la que dormía era un reducido espacio sin ventanas y la puerta se mantiene bajo llave durante toda la noche, y por día la trataban cómo una sirvienta, obligándola a realizar los quehaceres y cocinar, no se le daba muy bien éso último, por lo que era blanco de golpes y ofensivos agravios. El retrato de su familia colgado sobre la chimenea de la niño fue sustraído y sustituido por uno de Nala, sus encudriñantes ojos la seguían por el cuarto al entrar ahí para aseo diario.
—Adara querida, siéntate.
La hermosa mujer señaló la silla frente suyo con desdén, la larga mesa de madera, en la que solían darse grandes banquetes y fiestas, fue reemplazada por una más pequeña, Dorian tomaba asiento junto a su madre, ambos la miraban mientras lo hacía con miedo, sin fiarse de ninguno. No la invitaron a comer allí en toda su estadía, servía la comida e iba a comer en la cocina con las poca servidumbre que aún quedaba en el palacio.
—Me sorprende tu cuestionable amabilidad, Nala.
La susodicha ignoró su tono de voz, nada le quitaba la dicha de poder vengarse finalmente de los Fairchild, ni siquiera una mocosa insolente.
—Ojo por ojo, la esencia de todas las venganzas. La venganza es un plato que se sirve mejor frío—le dió un gran trago a su copa de vino.
—Lamento ser inoportuna o maleducada, pero un hombre que piensa en la venganza mantiene sus heridas abiertas. La venganza no es siempre dulce, una vez consumada nos sentimos inferiores a su víctima.
Nala apretó los dientes, la chica sólo era muy joven y una asquerosa huérfana para dar su opinión tan deliberadamente, ¿Qué modales le enseñaron sus padres? No la sorprendía, los Fairchilds eran un chiste, una familia sin principios. ¿Y quien lo sabría más que ella? Que lo vivió en carne propia. Dorian se mantuvo expectante.
—Cállate, maldita mocosa.
Adara goleó la mesa con estruendo, sobresaltando a los presentes.
—¡No lo haré!—gruñó—. No hasta que me cuentes porqué quieres vengarte de nosotros, al menos merezco una explicación si voy a morir.
La rubia lo pensó, bien era cierto.
—Bien, te lo diré—asintió, su mirada se perdió en un punto del cuarto—. Todo comezón hace diecisiete años, en ése entonces era una campesina demasiado joven y pobre, además de embarazada a corta edad. Era una de las damas de tu madre, y estaba enamorada de tu padre.
—¿De mi padre?
—Sí, tuvimos un romance y me dejó embarazada, negó que fuera su hijo cuando se lo dije, no quería problemas. Así que me pagó una gran cantidad de dinero y me obligó a callar, no se hizo cargo—sus ojos se oscurecieron—. Se lo dije a tu madre, ya que éramos buenas amigas, pero ella me desterró del reino y me humilló. Ninguno sabía que una hechicera sino cuando ya era tarde.
Las palabras causaron un remolino de emociones en la castaña, no podía creer el comportamiento de sus padres, quienes siempre fueron bondadosos y cariñosos, compadecía a Nala, pero inocentes pagaban los platos rotos de sus papás. Nada justificaba su actitud con el reino.
—Entiendo que mis padres te engañaron, pero Philips y yo no tenemos la culpa—se levantó—. ¡Mis padres ya estás muertos!
—No es suficiente, prometí que toda la familia las pagaría.
—¿Y el hijo bastardo de mi padre?
Temió la respuesta, la mujer embozó una sonrisa de oreja a oreja y señaló al rubio a su lado, entonces lo entendió.
—Soy media hermana de Dorian—susurró pasmada. Vivió toda su vida enamorada de su hermano, la idea le causó náuseas, se agarró de la mesa para no caerse.
El rubio rió.
—Así es, hermanita.
—La gente no lo sabe, y quiero que él sea el nuevo rey de Maldea—le guiñó un ojo la rubia—. Así que se casarán y luego te mataré.
Era mucha información para procesar, estaba al borde del desmayo. Una criada ingresó con un sobre en la mano.
—Es una carta para la señorita Adara Fairchild.
Informó, Dorian se adelantó y se la arrebató bruscamente. Rompió el sobre frente a sus narices y tomó una página escrita.
—Vaya, Peter se lució—se burló mientras leía, la castaña trató de sacárselo en vano, apretó los puños—. Me enamoré, me enamoré de tu risa, tu sonrisa, tu cabello, tu manera del ver el mundo, de tus ocurrencias y sueños, la forma en la que se iluminan tus ojos al hablar de todas esas aventuras que sueñas con vivir, amo absolutamente todo de tí. Le gustas al mounstro, Ad.
Sacudió la carta y luego la partió en miles de pedazos, así cómo el corazón de la castaña. ¿Por qué Adonis le escribiría una carta?¿En verdad le gustaba?¿Qué decía en ella? Ya nunca lo sabrá, aguantó las ganas de llorar. Quería aventarse y estrangularlo, había confiado en él en el pasado, la engañó.
Caminó a la salida, Dorian habló antes...
—¿Me traes un vaso de Whisky, hermana?—hizo un gesto hacia la mesilla de enfrente con bebidas alcohólicas y todo tipo de copas.
No le quedó más remedio que hacerlo, caminó cuidadosamente a ella y tembló mientras servía el trago. Recordó lo que trajo de Nunca Jamás, algo que no pensó que usaría, pero lo requiere la situación. Miró de reojo a ambos, ninguno la veía, hablan animadamente.
Se apuró a meter la mano en el brazier y sacar un diminuto frasco de él, el espeso líquido gris la llamaba a hacerlo. Lo vertió en el vaso y lo revolvió, para que el se mezclara. Con cautela, caminó con el mismo en la mano y se lo tendió al rubio sin decir nada. Para su deleite, el brujo bebió de un sólo y rápido trago el Whisky con veneno de Tormento.
«Lo siento, hermanito, hoy no es tu día de suerte», pensó antes de irse a la cocina a limpiar. El efecto no sería inmediato por desgracia, pero sí demasiado letal.