Capitulo 10

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Un hombre descansaba plácidamente en su cama en su pecho descansaba de 1 hombre, de un edad joven; acariciaba los cabellos del chico que tenía a su lado, quien se dejaba ser por las caricias del hombre, acercándose más en el pecho de aquel señor, siendo de vez en cuando, tocado por las manos fuertes y llenas de cicatrices del hombre; el chico empezó a besarlo riendo, sus manos empezaron a masajear aquel pecho, con su delgados dedos empezó a delinear un camino hacia la entrepierna del hombre, quien se sentía jodidamente excitado por la iniciativa del chico, reafirmó el beso tomándolo del cuello, atrayéndolo más a su boca, cortando de lleno la respiración de joven, se despegó de él agitado, sus manos tomaron el miembro del hombre y empezaron a jugar con él.

El chico era hermoso, delgado con manos delicadas y dedos largos, sus ojos eran de un color café electrizante, los dos cuerpos empezaron un contacto más íntimo, perdiéndose en los sonidos, olores y en la esencia de la otra persona, en un acto puramente carnal. De pronto un estruendo proveniente de la puerta principal de la mansión.

En la entrada de la misión estaba Alexby, riendo en sus manos descansaba un rifle, paso a dentro de la mansión con una sonrisa, sus tacones resonaron por todo el lugar, sus chicas había acabado con todos los guardias de patio, entraron ellas después de él apuntando a todos los lados, logrando una formación para protegerlo, más guardias salían de todos los lados, pero tan pronto como asomaban la cabeza se les disparaba.

— dónde está la rata~ que me debe dinero – asentando la palabra rata disparando al techo – sal ratita, no tenemos toda la noche – puso el rifle en su hombro — empezó a avanzar con sus chicas

El hombre ya estaba medio vestido intentando escapar de la casa con el chico, quien estaba preocupado, la risa de Alexby se escuchaba más cerca, los tacones sonaban como una campana apunto de marcar el final de la hora; quería irse por una vía de escape que tenía en su estudio, pero las manos le sudaban y no podía encontrar la llave para salir, los pasos se escuchaban más cerca, le dijo al chico que se escondiera, los dos se escondieron en lugares distintos.

Alexby pasó al cuarto pidiendo permiso de manera burlona, buscó con la vista alguna señal de vida pero no encontró nada, así que se metió, con su arma fue tocando todo de manera divertida, tarareando y riendo, sus ojos revisaban todo, era claro que había personas ahí, podía escuchar sus respiraciones, pero amaba el miedo de las personas, por eso pasaba su arma por donde escuchaba las respiraciones mas fuerte, dispara cerca y el chillido que escuchó fue como una dulce canción.

Alguna vez habló con Auron de esto, sobre cómo le gustaba meter miedo, el psicólogo solo lo escuchó y le dijo que era una persona con gusto interesantes, porque el miedo es algo interesante, versátil y muy volátil si se le lleva al extremo, por eso se acostó con Auron esa vez, nada fuera del otro mundo, le agrado un poco la dulzura de psicólogo, pero nada más, ya no lo ara de nuevo, Vegetta sospecharía mucho que vaya a consulta y pues Auron ya tiene dueño, no le gustan los perros con correa, él es uno después de todo.

Sin quererlo tocó un pie, sonrió más alegre que antes, sin pensarlo dos veces, activó el cuchillo del arma haciendo que saliera y se clavara en el pie de aquella persona, soltó un grito y se dio cuenta que no era su cliente cuando cayó de dolor a su vista, decepcionado sacó el cuchillo, se inclinó y lo vio a la cara tenía una cara bonita, al igual que un cuerpo muy delgado, sin cicatrices, deseaba un cuerpo así, pero el pueblo se encargó de arrimar su hermoso torso, suspiro que envidia sentía, metió la el arma a la boca del chico quien lloraba.

— chúpala, como si estuvieras lamiendo un pené y tal vez te deje vivir — se divertía con eso, era su forma de hacer que alguien rogara por su vida, pero sin decir una palabra, estaba sonrojado, que hermosa imagen le estaba dando — eres hermoso y lo sabes — sacó el arma llena de saliva, el muchacho empezó a toser y querer vomitar, Alexby lo abrazó — lo hiciste bien, muy bien — le susurro al oído, se paró y le apuntó — pero supongo que tendré que matarte

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