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Renuncia de derechos, los personajes que salgan aquí son de sus respectivos autores.

Goku veía nerviosamente a las cazadoras, supo que aquella noche no dormiría tan tranquilamente aunque este mundo le estaba pareciendo genial.

Las cazadoras soltaron un suspiro ante la decisión de su señora, sabían que su palabra era irrefutable así que no tenían de otra que obedecer y formar las tiendas de campaña para descansar.

"Solo fue una décima de segundo"- discurrió Phoebe sumida en un estado de anonadamiento. Supo entonces que había algo que no cuadraba con la velocidad de Goku, era extraordinario.

Enseguida Phoebe se deshizo de aquellos pensamientos, sentir la más mínima admiración hacia un hombre era algo que de ninguna manera se podía permitir como tercera al mano entre las cazadoras de Artemisa, aquello era impensable.

Sacó un frasco que contenía un líquido verde, el cual vertió sobre su mano derecha y lo ungió donde estaba la herida que le hizo el perro del inframundo, que enseguida empezó a cerrarse.

Al ser una hija de Apolo tenía excelentes habilidades curativas, no sólo eso sino que era la mejor rastreadora del grupo de cazadoras.

-¿Te encuentras mejor Phoebe? -preguntó Artemisa dedicándole una mirada a su cazadora.

-Sí, mi señora -Phoebe asintió y se levantó con la ayuda de Artemisa, quien le tendió una mano.

Goku sonrió ante aquella respuesta mientras revistaba ambas manos en su nuca, se alegraba de que ella estuviera bien y no le pasara nada.

-Desconozco tus intenciones al salvar la vida de mi cazadora... pero te estoy profundamente agradecida -se expresó Artemisa con sinceridad.

Goku ladeó su cabeza ante aquella palabras, un gesto que evidenció la confusión que padecía en estos momentos "No entiendo a qué se refiere"- discurrió el azabache rascándose la nuca.

-No entiendo eso, pero sólo la ayudé porque estaba en peligro -contestó Goku alzando sus hombros con tranquilidad y Artemisa le miró.

La mente de la diosa estaba trabajando a toda velocidad para descifrar el misterio que rodeaba a la figura del misterioso chico de nombre Goku.

Artemisa tenía claro que era un semidiós, sentía divinidad en él y además le había visto deteniendo la embestida de un Hellhound... ¡con sus propias manos! Sin duda era increíble.

Sin embargo, todavía seguía sin saber lo que le hacía especial frente al resto de semidioses, ella sabía que algo tenía que tener ya que Apolo no profetizaba a lo loco por más punk que fuera.

Habían preguntas en su mente que estaban sin responder: ¿Quién era ese chico? ¿Quién era su progenitor divino? ¿Qué hacía en el laberinto de Dédalo? Ansiaba tener respuestas cuanto antes.

Clap.

Artemisa dio un palmada y en aquel momento sus cazadoras le brindaron toda la atención.

-Bien mis doncellas, quiero que formen el campamento en este lugar, acamparemos esta noche y mañana iremos al campamento mestizo para dejar al cargo de Quirón a Son Goku aquí presente -dijo la diosa viendo a sus cazadoras.

Algunas de ellas protestaron recordando la experiencia de hace unos veranos en el campamento mestizo, las cazadoras más novatas tenían curiosidad de aquel lugar.

En cuanto Artemisa finalizó sus palabras ellas comenzaron a moverse para formar las tiendas de campaña, tan sólo se quedaron al lado de a la diosa Phoebe, Zoë y un entusiasmado Goku.

Forjado por la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora