35 - Aragog

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Ese mismo día, después de haber esperado a que Lavender y Parvati se durmieran alrededor de la medianoche, Jaz bajó las escaleras rápidamente hasta la Sala Común de Gryffindor, en donde sólo se encontraban Harry y Ron

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Ese mismo día, después de haber esperado a que Lavender y Parvati se durmieran alrededor de la medianoche, Jaz bajó las escaleras rápidamente hasta la Sala Común de Gryffindor, en donde sólo se encontraban Harry y Ron.

Los tres se cubrieron con la Capa invisible y salieron a los corredores. Había prefectos, profesores y fantasmas circulando por los pasillos, haciendo guardia y buscando pistas que tuvieran que ver con la Cámara de los Secretos. Y aunque no los vieran gracias a la capa, Jaz estaba tratando de ni siquiera respirar muy fuerte porque sabía que fácilmente el ruido traspasaba la Capa de invisibilidad.

Estaban atravesando el lugar que patrullaba Snape, cuando Ron se dio un golpe en el pie con una pared y soltó un grito de dolor, pero por suerte, Snape estornudó en ese preciso momento.

A pesar del ataque de risa que le dio a Jaz, pudieron cruzar las grandes puertas de roble sin mayores problemas, saliendo al patio cubierto por un cielo negro y estrellado, y cruzaron la colina hasta la cabaña de Hagrid.

Harry tocó la puerta y segundos después Hagrid la abrió, apuntando a los chicos con una gran ballesta. Rápidamente, se deshicieron de la Capa invisible para que los viera.

—Hola... —dijo Jaz con un hilo de voz, mirando la ballesta con terror.

—¡Ah! —exclamó Hagrid, bajando el arma—. ¿Qué hacen aquí los tres?

—¿Para qué es eso? —preguntó Harry señalando la ballesta mientras entraban a la cabaña.

—Nada, nada... —Hagrid negó un tanto nervioso—. Estaba esperando... No importa... Siéntense, voy a preparar té.

Hagrid estaba bastante torpe y nervioso. Temblaba y las cosas se le deslizaban fácilmente de las manos.

—¿Estás bien, Hagrid? —le preguntó Jaz, afirmando la tetera antes de que se le cayera al hombre de las manos.

—Sí... Sí —balbuceó él.

—¿Te enteraste de lo de Hermione? —preguntó Harry.

—¡Ah, sí, claro que... me enteré! —contestó Hagrid con la voz entrecortada.

Su amigo les sirvió solamente agua hirviendo en las tazas, porque se le había olvidado la bolsa de té. Comenzó a cortar aún más torpemente unos pedazos de pastel con frutas, cuando golpearon la puerta y el pastel se le cayó de las manos.

—¡Escóndanse! —susurró con desesperación.

Los tres chicos se pusieron de pie, cubriéndose rápidamente con la Capa de invisibilidad, y se movieron sin hacer ruido hasta un rincón de la cabaña, quedando completamente inmóviles allí.

—Buenas noches, Hagrid.

Dumbledore había entrado a la cabaña junto a otro mago adulto. Era bajo, corpulento y tenía el pelo gris, con una extraña combinación de ropas, agitando un sombrero de bongo en sus manos.

Jazlyn Ramsay y la magia extrañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora