Un asesino muy buscado y popular por matar a sus víctimas y dejar marcas de puntos negros en ellas...
Un chico enmascarado.
Su cuchillo ensangrentado.
Vestido con trajes negros y elegantes.
Una mascara donde se reflejan sus ojos azules grisáceos, mo...
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Ambos nos quedamos estáticos sin saber qué decir, nos miramos a la cara con nervios, pero la niña alza una ceja esperando respuesta.
— Eh... Las corridas de caballos. — le explico mientras arreglo mi cabello con nervios.
— Corrección, si hablan de corridas tendría que ser "Corridas de Toro" — dice la niña acomodándose sus lentes.
Veo a Daniel tratando de qué se meta en la conversación. El simplemente me ve con cara de que no sabe qué decir, así que lo fulmino.
— Por eso mismo...- dice Daniel. — estábamos discutiendo por si era Corridas de Caballo y de Toro.
— Oh, bueno. — se encoge de hombros Amaloha.
Camina hacia la cocina donde hace un rato tuve una corrida bastante fuerte, agarra un vaso y se sirve un poco de agua. Todo esto en un silencio sepulcral.
Daniel viene y se acerca hacia mi, se sienta al lado mio y se extiende para alcanzar el otro control. Nos ponemos a jugar y pasamos toda la tarde así.
De vez en cuando subimos a revisar si todo está bien con Amaloha y siempre la vemos distraída con vídeos, colores, entre otras cosas.
A las cinco horas llega Xio, toda reventada con sus tacones en la mano, diciendo que le duele la cabeza de tanto trabajar. Me deja la mesada qué me emociona porqué es bastante.
Me alcanzaría para los alimentos del hogar, para salir a comprarme algo lindo y comer cosas qué me gustan.
Daniel le envía un mensaje a los chicos de que nos pasen buscando, ya es bastante tarde y está anocheciendo. No podemos irnos a pie, sería muy peligroso.
Daniel tiene una moto, pero pocas veces la veo con ella.
Estamos sentados en la acera esperando a los chicos.
— ¿Mañana vendrás al festival conmigo? — pregunta.
— Tal vez. — me encojo de hombros.
— No me gusta esa respuesta, dime sí o no. — me dice de manera dominante y yo ruedo los ojos con una sonrisa.
— Qué sí, pesado.
El suelta una risita. Duramos otros segundos en silencio y el se acerca más a mi. No veo venir cuando acuesta su cabeza de mi hombro, y ese gesto se me hace tan hermoso y tierno que no puedo evitar suspirar de manera romántica.
— ¿Aun me quieres? — me susurra.
La pregunta se me hace extraña.
— ¿A que te refieres? — pregunto confundida.
El suspira y levanta su cabeza de mi hombro para verme a los ojos.
— Se que estoy demasiado raro hoy, de la nada llegue y te dije para volver a hablar y eso... — yo asiento con una cara de confusión. — Me da incomodidad de pensar qué tal vez tú no quieras volver a estar conmigo.