Amor Letal [En Proceso]

Capítulo XIII: Sangre.

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¿Hay una posibilidad en un millón de adversidades?

Eso es exactamente lo qué me pregunto cuándo mis ojos conectan con los endemoniados ojos azules grisáceos del Asesino de Negro, y es cuando verdaderamente siento y veo qué desperté a la verdadera bestia dentro de él. Su manos empiezan a temblar del odio que lleva, y ladea su cuello cautelosamente.

Hablo de una posibilidad de correr y poder escapar, cuando fácilmente el podría acuchillarme o estrangularme. Quiero una posibilidad de no caer en el abismo qué abrió y qué quiere abarcar completamente su odio, manteniendo su lado psicópata.

De mi boca sueltan pequeños suspiros de aliento, mientras mis ojos siguen conectados a los de él.

—¿Asesino de Negro?—boté en un hilo de aliento.

No parpadea, no habla, no respira. Está ahí perdido en su mente, mientras sus ojos brillan de maldad y psicopatía. Mi cerebro máquina una idea veloz para poder escapar de las garras afiladas de este asesino.

¿Podría correr? Sería muy estúpido, me agarraría muy fácilmente y sería difícil porque estoy acorralada contra la pared.

¿Quitarle su cuchillo y poder defenderme? Bajo la vista y observo cómo mantiene un fuerte agarre en su cuchillo, exponiendo su maldad en él. Ya sería difícil el tan solo poder quitárselo. Además, sería muy débil y el solo tocar el afilado cuchillo, me congelaría y no sabría que hacer.

Parpadea y fija su mirada en mi, mientras una sonrisa maléfica surca por sus rojizos y húmedos labios.

—Lo asesinaré.

Corto mi respiración al escuchar sus palabras decididas. Cierro los ojos con fuerza y siento como se acerca un poco más a mi cuando su aliento choca de la zona sensible de mi cuello.

—¿Que haces?—pronuncié con voz pasada y asustadiza.

—Quiero olerte. —su aliento choca contra mi sensible piel.

Lo escucho reír a lo bajito con ronquera. Abro los ojos y bajo un poco la cabeza para observar lo cerca qué está de mi. No soy apice de mis movimientos, cuando una de mis manos se alza y toca su cabello blanco y desordenado, un cabello sedoso y brillante. Él al sentir mi tacto se queda inmóvil por unos segundos, luego procede a agarrarme de la muñeca con mucha fuerza y alzar su rostro para qué sus ojos y los míos queden a la misma altura y a tan solo unos centímetros de distancia. Mi respiración se entrecorta por lo cerca qué está de mi.

Sus ojos de diablillo me escuadriñan. Ahora una mueca de dolor cuando su agarre se vuelve más fuerte.

—No vuelvas a tocarme, Alana. —susurra.

Muerdo mi labio inferior con el miedo palpando en mi interior.

—Sueltame. —sus ojos bajan hacia mis labios.