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Cuando amaneció, Anahí abrió los ojos desorientada. ¿Cuánto tiempo había dormido? Se giró, aún con los ojos cerrados, para mirar el reloj y cayó en la cuenta que tenía un fuerte brazo alrededor de su cintura y que, además, estaba desnuda.

De pronto todos los recuerdos la inundaron.

Alfonso besándola con fuerza. Alfonso llevándola hasta la habitación a oscuras. Deshaciéndose de la ropa de ambos, tumbándola en la cama... Le había hecho el amor con dureza y rabia, pero había sido glorioso. Se había dormido todavía con la respiración entrecortada y el cuerpo sudoroso, además del pelo revuelto, pero deseosa de volver a repetirlo. Aunque nunca lo reconocería.

Se levantó de la cama con cuidado y se metió a la ducha. Tenía que darse prisa si quería llegar al trabajo hoy.

Estaba cambiándose cuando la voz ronca y profunda de Alfonso la sobresaltó.

— ¿Dónde vas?
— A trabajar, vístete. Mi madre estará a punto de llegar y Mía se podría despertar.
— Está amaneciendo, es pronto.
— Tengo que llegar a otra ciudad, por si no lo recuerdas.
— No vayas a trabajar —dijo poniendo los brazos alrededor de su cintura, atrayéndola hacia él. Dejando un beso en su cintura y haciéndola temblar— vamos, Annie... quédate conmigo en la cama.
— No puedo.
— Si que puedes. Si necesitas dinero solo tienes que pedírmelo, soy su padre. Ya te has encargado de las dos durante mucho tiempo.

Anahí se quedó en silencio. No podía empezar a depender de él para sobrevivir, jamás podría hacerlo porque cuando se cansase se quedaría con una mano delante y otra detrás. Sola y sin dinero, al cuidado de una niña de cinco años.

— ¿Anahí?
— No puedo hacer eso —susurró— debo trabajar para tener dinero.
— Pero el dinero ya no es un problema. Yo estoy aquí.

Anahí se giró, mirándole.

— ¿Por cuanto tiempo, Alfonso? Ahora estás aquí porque estás rodando una película, te sientes en la obligación de cuidar a Mía y de... y de...
— ¿Y de acostarme contigo? No me siento en la obligación de nada, Anahí. Es mi hija y quiero cuidarla, quiero que no os falte de nada y puedo conseguirlo. Tengo dinero suficiente. Y vendré siempre que pueda, suelo tener descansos de un proyecto a otro, además vivo cerca de los estudios en los que grabamos casi todo. Y cada vez que este aquí podemos acostarnos, siempre que no estés saliendo con nadie más —mordió su cadera.

En ese momento Anahí se levantó, terminó de vestirse y salió a de la habitación. ¿Quién se creía que era para hablarle así?

Alfonso la vio desaparecer por la puerta atónito. Le estaba ofreciendo su dinero sin preguntar y la posibilidad de seguir con lo suyo siempre que quisiera. Ahora que se había acostado con ella de nuevo no quería dejarlo. Se vistió rápidamente y  la encontró en la cocina tomando café mientras miraba por la ventana.

— Hay café de sobra si quieres, yo tengo que irme —miró el reloj— en unos diez minutos, mi madre está a unos quince. Son cinco minutos pero si te pudieses quedar con Mía en casa sería estupendo.
— Anahí...
— Lo siento. Si tienes que irte no pasa nada, lo entiendo.

Alfonso se acercó hasta ella y colocó las manos sobre sus hombros.

— No, no me importa quedarme. Pero deberíamos hablar.
— ¿De qué?¿De que voy acostándome con quien sea?¿De qué te crees con derechos sobre mí porque eres el padre de Mía? No Alfonso, no. No voy a dejar de trabajar y no voy a volver a costarme contigo.
— ¿Por qué no?
— Porque me valoro.

Miró el reloj de la cocina.

— Me voy. Cuando venga mi madre te puedes ir.
— No dejaré de ver a Mía.
— Y yo no te lo voy a impedir.
— Le haré una fiesta por su cumpleaños, quiero que conozca a mi familia.

Aún hay algoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora