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Al final del cumpleaños, Mía había perdido todo signo de timidez e iba de una persona a otra sonriente y enseñando sus regalos y contando cosas sobre ella y Anahí. Kate no podía dejar de abrazarla y darle besos, queriendo recuperar el tiempo perdido. Y Anahí se sentía cada vez peor por no haber compartido su secreto mucho antes. Creía que habían sido felices cuando solamente eran Marta, Mía y ella; pero cuando miraba ahora a los ojos a su hija la veía llena de felicidad y de alegría, encantada con tener tanta familia para ella.

Suspiró y acabó el contenido de su vaso, levantándose a por más. Hace cinco años, cuando terminó todo con Alfonso, pensó que estaba haciendo lo correcto. Por mucho dolor que sintiese ocultándoselo. Lo había pensando mucho y durante los meses que estaba embarazada, había marcado muchas veces el número de teléfono que Alfonso le había mandado en una carta, pero nunca había conseguido dar al botón verde y contarle que iba a ser padre... Y se tuvo que obligar a guardar todo cuando lo vio de la mano con una mujer en una revista.

Como si le hubiese invocado con sus pensamientos, Alfonso colocó las manos en la cadera de Anahí, abrazándola por detrás y dejando sus cuerpos juntos. Besó la parte de arriba de su cabeza y colocó la suya sobre si hombro, haciendo que ella se colocase contra el suyo.

— ¿Qué te pasa?
— Nada —suspiró.
— ¿Quieres entrar y hablar?

Anahí negó un poco y se acercó más a él.

— La verdad es que estoy muy bien aquí —Alfonso sonrió, dejando un beso en su cuello.
— Ojalá estuviésemos solos...
— Papá...

La voz de Mía interrumpió lo que Alfonso estaba diciéndole, pero Anahí ya sentía como su sangre bullía por su contacto. Alfonso se separó con cuidado y sonrió a su hija, que se frotaba los ojos con una mano.

— Estoy cansada...
— Eso se puede solucionar —se acercó, alzándola— vamos a sentarnos allí, podrás dormir sobre mi.
— Oh, eso no es... —comenzó Anahí pero Alfonso la paró.
— Mi madre quiere hablar un rato contigo y Mía tiene sueño, no me importa hacer de colchón durante un rato.

Alfonso se medio tumbó en el columpio banco que tenían sus padres en el jardín y colocó a Mía con cuidado sobre su pecho. Mía se removió un poco, hasta encontrar una posición cómoda, y cerró los ojos despacio. Anahí se había sentado cerca y se quedó acariciando su cara hasta que la sintió profundamente dormida. Se giró, aún con la mano en la cabeza de su hija y susurró:

— Gracias.

Iba a levantarse y alejarse para hablar con Kate, pero Alfonso la atrapó su muñeca y la acercó hasta él.

— Bésame —susurró.

Y Anahí lo hizo. Fue un roce suave y dulce, pero revolucionó internamente a Anahí. Alfonso le sonrió cuando se alejó y golpeó su trasero con gracia.

— Prepárate para luego.

Un escalofrío de anticipación la recorrió de pies a cabeza y, aún aturdida, se alejó sonriente de esa imagen preciosa que le estaban regalando Alfonso y su hija. Estuvo tentada a volverse y sacar una foto, pero prefirió no hacerlo por lo que él pudiese decir.

— ¡Anahí, querida!

Kate la miraba sonriente.

— Alfonso me dijo que querías hablar conmigo...
— Así es —sonrió— quería decirte que aunque no haya conocido a tu hija desde que nació, no te guardo ningún rencor. Sé porque lo hiciste y, si quieres que te diga la verdad, yo también lo habría hecho.
— ¿En serio?

Aún hay algoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora