CAPÍTULO XIII

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Nadaba en el mar de teorías y conjeturas que formaba por la impaciencia y en su mal rato de todo lo que se había acumulado ¡Desventajas del poder! Preocupaciones y preocupaciones por donde quiera que vaya y sin mencionar el hastío de las quejas. Fueron los toques en su puerta que lo apartaron del embrollo.

—Adelante —pronunció.

—Mi señor —Eirdrim entró, con su faz más relajada dando buenos augurios.

—Eirdrim, hazme saber de ella —exigió el Rey del Bosque enderezando su postura.

—Está despierta y tiene más fuerzas que hace un par de días —informó con una leve sonrisa—, sus heridas están sanando a su propio ritmo, logramos estabilizarlas, no es de preocuparse, me indican buenos presagios —desprendió el aire en sus pulmones aliviado, parecido como si durante todo este rato estuviese reteniendo el oxígeno— ¿Quiere ir a verla? Ha estado preguntado por usted.

El Rey esbozó una media sonrisa esperanzado, sin considerarlo dos veces, asintió sin chistar, agradecía a Eru y a cualquier deidad que haya intervenido en el bienestar de la doncella y sentía como un peso desaparecía de sus hombros y su cuerpo se alivianaba más, su palpitar se aceleró y sus manos le temblaban, todo era efecto de lo que la dulce dama le hacía experimentar.

Eirdrim abrió la puerta, y allí estaba ella, acostada con los ojos cerrados y una mano en su pecho, se veía tan tranquila, tan silenciosa y calmada.

En la oportunidad que abrió los ojos, ocurrió la conexión de miradas entre el Rey del Bosque y la doncella, un destello se apareció en los dos que a pesar de los metros de distancia percibían la cercanía del otro y para aumentarla, el monarca se aproximó a la cama y se ubicó a un lado de ella con máximo cuidado.

—Mi amor —le susurró mientras bajaba su mano trémula temeroso de lastimarla, pese a que su piel necesitaba sentirla. La miraba entre anonadado y encantado, no se atrevía a creer que fuera de verdad y necesitaba comprobarlo—. No sabes cuanto te eché de menos, querida mía —sus ojos estaban afligidos.

Azafel reaccionó al tacto de su adorado Rey apoyando su mejilla en la mano del contrario, con la misma necesidad de anhelo, cerrando sus ojos y disfrutando de cada partícula de él que llegaba a desplegarse en ella.

—No lo sé con certeza, pero me colma de alegría saber que aún me quieres —dijo en disfonía y muy sibilante forzando una sonrisa.

Thranduil sonrió con tristeza, se conmovió, ya que hasta en sus peores momentos, Azafel podía ver el lado bueno de todo y tener esa fortaleza que la definía. Besó su frente, que tenía pequeños raspones y uno que otro moreton, y la esencia que ella contenía llegó a su olfato para deleitarlo.

—Eirdrim —llamó la doncella— ¿Podrías ayudarme a...—movió sus dedos en señal de poder sentarse. La sanadora asintió con una sonrisa e iba a ayudarla, situación que no ocurrió, por la voluntad del Rey.

—Yo lo haré —expresó el susodicho y Azafel negó con diversión. Thranduil rodeó el torso de la dama y la levantó siendo cuidadoso y delicado, ella se sostuvo de los grandes y fuertes brazos del Rey mientras reprimía un quejido y cerraba los ojos con fuerza, y a la vez, Eirdrim colocó unas almohadas en el respaldo de la cama para mejor comodidad de la elfa— ¿Así está bien? ¿O necesitas más cojines? ¿Te sientes cómoda? Puedo pedir más si necesitas, solo dime —dijo atento e inspeccionando cada detalle que pudiera hacer del reposo de Azafel más plácido.

La susodicha negó y sostuvo las manos de él entre las de ellas. El choque de sus temperaturas entre su toque que era frío y él de el soberano siendo cálido, desembocó un escalofrío que recorrió cada ínfima parte de ellos, lo que mantenía esa química inigualable que existía ahí.

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⏰ Última actualización: Nov 03, 2021 ⏰

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EL RESPLANDOR DEL BOSQUE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora