CAPÍTULO II

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El sol brillaba desde su punto, reluciendo a todo lo que alcanzaba, unos pequeños destellos daban en el rostro de la dama quien se revolvió entre las almohadas, una risita se asomaba en ella, otra vez tenía el mismo sueño de hace unos meses atrás, donde cada vez que despertaba, en ella nacía la interrogante de quien era el sospechoso que se colaba allí, esa fantasía que la empezaba a llenar de dudas.

Ignoró esas inquietudes, y se levantó de la cama, posteriormente, se aseo y luego eligió un vestido color verde pastel que quedaba muy bien a su figura y resaltaba sus ojos, y a su melena la dejó caer con libertad, se vio en el espejo cómodamente, sonrió y dio vueltas al mismo tiempo que su vestido volaba como una bailarina. Una de las cosas que caracterizaba a Azafel era su júbilo, en todas las cosas ella encontraba un motivo de optimismo o un rayo de esperanza, cualquiera diría que aquella joven no había sufrido la pena o pérdida, pero no hay que dejarse engañar por las apariencias, incluso el rostro más amable esconde su pesar.

En su puerta unos toques se oyeron e indicó que pasaran, una de las muchachas de la servidumbre del Rey dejó una bandeja repleta de frutos del bosque, unas hogazas de pan y zumo de frutas, dio las gracias a la chica y esta se retiró, luego procedió a deleitarse con el sabor de todo lo que se le ofrecía, bocado por bocado, que al cabo de unos minutos ya había terminado. Una vez ya satisfecha, salió de sus aposentos, iba directo a las áreas verdes y hasta disfrutar de la luz del sol en aquel banco que tanto le gustaba o también, si tenía suerte de encontrarse en su camino con Thranduil.

—Mi señora Azafel.

La susodicha pausó su andar y seguidamente se dio media vuelta para ver de quien se trataba.

— ¿Tauriel? ¡Que sorpresa! —exclamó Azafel al presenciarla, para recibirla con una sonrisa cálida— ¿Necesitas algo?

—En realidad —titubeó jugando con sus manos—, me preguntaba si puedo hacerle compañía este día.

—No es mi intención sonar descortés Tauriel, pero ¿No tienes actividades más importante? Me refiero a tus deberes como personal de la guardia —explicó manteniendo su suave semblante.

—No mi señora, hoy mi día está despejado —su respuesta salió veloz al instante en que esbozaba una media sonrisa con señal de nervios, que no pasó desapercibido para Azafel.

La elfa elevó una ceja, no muy convencida del todo.

—Bien —Azafel asintió aún renuente—, entonces ven conmigo, estaba por ir a dar una caminata por los jardines ¿Te unes?

— ¡Seguro!

Ambas salieron con un paso leve, el día estaba en sus mejor momento, estaba bonito e indicaba buenos presagios, Azafel enlazó su brazo con el de la pelirroja y mientras avanzaban, mantenían una buena conversación amena y breve que de vez en cuando terminaba en una que otra risa, pero Tauriel empezaba a sentir intranquilidad, su rostro la delataba, como vasalla del Rey tenía una orden que cumplir, aunque eso fuera en contra de lo que es considerado como personal o incluso de la privacidad, aun así, Thranduil era alguien que no tenía medida.

Se detuvieron en aquella zona donde prosperaban las rosas y el sol se disipaba.

—No había visto rosas blancas tan hermosas como las que he encontrado aquí, en Rivendell no son tan frondosas como lo son en este lugar —dijo Azafel entretanto su cara se iluminaba con la belleza de la rosa.

—¿Usted viene de Rivendell?

—Así es, ese es mi hogar, nací y crecí allí —contestó acariciando las plantas.

Tauriel vio la oportunidad para sacar provecho y acabar con lo asignado.

— ¿Su familia también pertenece a Imladris?

EL RESPLANDOR DEL BOSQUE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora