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Capítulo 30
Amelia.

El frío metal se sentía en mis manos

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El frío metal se sentía en mis manos. Apretaba los tubos de la mesa cada vez más fuertes que hacían blancos mis nudillos. Odiaba sentirme así, ansiosa por no saber nada de nadie.

—Ellos estarán bien. Son fuertes.—Alex está junto a mi. No he dejado de pensar en eso, lo único que quiero es tenerlos aquí conmigo.

—Eso no lo...—Un gran ruido me interrumpe—¿Que fue eso?.

—Creo que viene del sótano.—Volteé a ver a los demás, solo faltaba Ron y Carl.

—¡Diablos!.—Maldije con enojo. Sabía que fueron ellos que hicieron esos ruidos.

Rick corrió detrás de mi hasta llegar al garach. Trate de abrir la puerta, pero tiene llave.
—¡Carl, abre la puerta!.—Mis intentos de abrir la puerta eran inútiles. Golpeaba y jalaba la manilla y nada.

—¡Salgan ahora!.—Rick comenzó a forzar la cerradura con su hacha. El seguro cayó y la puerta fue abierta saliendo Carl y Ron entraron a toda velocidad. Gruñidos se escuchan desde ese lugar, empujando la puerta.

Rick tomó uno de los sofás y lo colocó frente a la puerta, tratando de bloquearla para que los caminantes no entraran a la casa pero era imposible, eran demasiados y un sofá no nos ayudaría en nada. 

—Traigan más muebles y no hagan ruido.—Habló Rick, poniendo sus manos sobre el sofá para que éste no cayera.

—¿Qué pasó ahí adentro?.—Preguntó Rick en dirección a su hijo. Carl lo miró.

—Buscábamos herramientas y cayó un estante.

—Oímos gritos.—Añadí. 

—Ron vió que estaban por entrar, eso pasó.—Habló el ojiazul una vez más—Quisimos evitarlo, pero no pudimos.

—Hay mesas de luz en el cuarto de mi mamá, vamos a buscarlas.—Ron habló dirigiéndose a Carl, lo que hizo que frunciera mi ceño.

—¿Seguro que no pasó nada?.—Le pregunté antes de que vaya detrás de él.

—Si, estamos bien.

Le creo un carajo.

Los seguí hacia la otra habitación y cerré la puerta detrás de mi. Mi vista cayo en él, cuando escuché que le saca el seguro a una arma.
—Dame el arma.—Soltó Carl firmemente con su pistola hacia Ron.

Mire cómo Ron sudaba frío al tono seco de Carl. Hablaba en serio.
—Carl.—Lo llamé. Ron se giró, me miró por un segundo pidiéndome ayuda, para después volver hacia él.

—Carl, lo siento.—Murmuró con miedo en su voz.

—Si, lo sé.—Respondió con su ceño fruncido sin dejar de apuntarlo con el arma—Ahora dame el arma.—Ron miró la pistola sobre sus manos y se la entregó a Carl. 

𝙈𝙞𝙧𝙖𝙙𝙖𝙨 𝘾𝙤𝙣𝙚𝙘𝙩𝙖𝙙𝙖𝙨 [𝘾𝙖𝙧𝙡 𝙂𝙧𝙞𝙢𝙚𝙨]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora