OCHO

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Risas y suspiros se escuchaban por toda la habitación, dos amantes que no paraban de acariciar el cuerpo del otro.

Sus ropas hacían un camino a la cama en donde ambos estaban desnudos; la mano del ruso no dejaba de pasear por el delgado cuerpo de su amado deteniéndose en el miembro despierto del mexicano que mordía sus labios debido al placer.

Sus dedos acariciaban la punta del miembro, sus movimientos eran circulares y su boca lamia uno de los pezones del sangre azteca. Su lengua jugaba con aquel botón rosado, mordía y succionaba su pecho como un recién nacido.

Aquellos suspiros se transformaron en gemidos de placer, un sonrojo se hacía presente en sus mejillas, su cuerpo temblaba debido a la estimulación que recibía de su pareja. Sus manos se aferraban a las sabanas de la cama, su respiración era agitada y su cuerpo se volvía más sensible. Lentamente abría sus piernas, un pequeño cosquilleo empezaba a sentir en su entrepierna.

– R-Rusia... más – pedía mirándolo a los ojos mientras mordía su labio superior

Sus ojos mostraban finalmente la lujuria y el deseo de poseer aquel hermoso cuerpo, tan puro y virginal, esos labios carnosos, sus caderas pronunciadas, su pecho sensible, sus grandes muslos, todo eso sería suyo.

Uno, dos, y tres dedos eran los que estimulaban aquella entrada tan estrecha, esos ruidos tan obscenos era música para sus oídos.   

Sin siquiera espera a que su pareja se acostumbrara a la estimulación acomodo la punta de su miembro despierto en su entrada dilatada, beso cada uno de sus pezones a la vez que rozaba ese estrecho orificio.

Sus corazones se aceleraban, sus respiraciones eran agitadas, el placer aumentaba en cada caricia. 

El albino introdujo lentamente la punta de su miembro, los quejidos del mexicano se escuchaban cada vez más y un par de lagrimas resbalaba por sus mejillas.

– D-Duele daddy~ – decía encajando sus uñas en la espalda del ruso que no dejaba de acariciar su cadera

– Entonces seré más cuidadoso primor – respondió besando sus mejillas seguido de su cuello, acariciando sus caderas

Los jadeos poco a poco se transformaban en gemidos, el sudor se mezclaba en sus pieles, sus caderas empezaban a moverse y sus labios se unieron en un beso lleno de pasión y deseo. Ambos amantes se deleitaban con el placer y el calor del momento, un cosquilleo recorrió su cuerpo.

Las manos del ruso paseaban por el cuerpo del emblema de águila, sus piernas abrazaban la cintura del albino y sus manos no dejaban de acariciar su gran espalda.

Y una vez más el albino colocaba su miembro goteante en la pequeña entrada del mexicano que no dejaba de temblar por el placer con el poco autocontrol que le quedaba empujo su cadera lentamente, tratando de no lastimar a su pareja que no paraba de arañar su espalda.

El placer que ambos sentían era inexplicable, sus cuerpos temblaban y los gemidos eran apenas audibles; un par de segundos pasaron, sus caderas empezaron a moverse lentamente tratando de acostumbrarse a la sensación que poco a poco se convertía en un deseo imposible de satisfacer.

La cama rechinaba por los movimientos de aquella pareja llena de pasión, las sabanas lentamente caían al suelo, el choque de sus pieles era música para sus oídos, los ruidos obscenos se escuchaban por toda la habitación y todo el deseo se convertía en una lujuria incontrolable.

– ¡M-Más!, ¡Fuck! – gemía el mexicano, sus caderas se movían lo más rápido que podía

Mientras que el ruso perdiendo la poca cordura que le quedaba tomo firmemente las caderas de su amado y empezó a dar fuertes embestidas; todo lo que una vez soñó se hará realidad en aquella recamara llena de placer.

El tiempo se detuvo para ellos, nada los detendrá porque apenas estaban demostrando ese amor que los vuelve locos, ese amor que llena y desborda su corazón, ese amor tan puro.  

RusMex (COUNTRYHUMANS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora