—¿No te enseñaron a saludar cada vez que alguien llega? —Sin lugar a dudas, esa voz desconocida y envidiablemente masculina sólo sirvió para reafirmar que su secuestrador era un hombre.
Una agradable iluminación de tonalidades cálidas que llenó la recámara permitió al rehén identificar el lugar en cuanto sus ojos se adaptaron a ella: Se trataba de un amplio almacén. casi vacío, en el suelo se hallaban dispersas múltiples cajas de varios tamaños aún selladas con cinta adhesiva, un par de estanterías vacías pegadas contra la pared al otro extremo del cuarto, en frente suyo estaba una vistosa mesa individual y, al otro lado de esta, una silla vacía esperando a ser ocupada, nada más.
Tras un rápido vistazo a su entorno, las orbes verdes se clavaron con furia en ese enorme sujeto, solamente un idiota o un loco no se vería atemorizado ante una imagen como esa, y Hux no era ninguno de esos dos.
Su secuestrador portaba una máscara negra e inexpresiva que ocultaba todo su rostro, la capucha de un suéter del mismo color le cubría la cabeza.
Hux esperaba que por lo menos la actual expresión en su rostro no delatara más su miedo que su furia.
—Enfermo hijo de perra ¡si planeas asesinarme tan solo hazlo de una vez! —Su voz no tuvo más volumen que un susurro, un débil sonido de desesperación abandonó sus labios.—Verás, ese era el plan al inicio pero ahora, me siento un poco indeciso.
El enmascarado tomó asiento delante de él y con la calma del mundo colocó una bella tetera de porcelana en la mesa frente a ellos, cual par de buenos amigos reunidos durante una agradable tarde para tomar el té.
El pelirrojo no pudo evitar mirarla con algo de confusión, intentando adivinar el propósito de esa tetera y cómo es que se relacionaba con la situación actual. Nada más consiguió empeorar su dolor de cabeza. Probablemente era alguna cosa estúpida y retorcida que sólo una mente perjudicada sería capaz de idear.—Así que me ayudarás a decidir lo que haré contigo…
Los ojos esmeralda dejaron ver su desconcierto ante tales palabras, el corazón del rehén dió un vuelco y, a pesar de que consideraba imposible tener más frío del que ahora sentía, casi pudo jurar que la mirada del contrario le congelaba la sangre mucho más que cualquier otra cosa.
¿Cómo se supone que él debía ayudarle en algo como eso? ¡A duras penas se hallaba consciente!
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Kylux - Perro Rabioso
Fiksi PenggemarUn artista se muda a Colorado, un infame asesino se obsesiona por él.