Kylux - Perro Rabioso

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Armitage sabía aguantar golpes y palabras duras desde una corta edad, esto gracias al constante desprecio y mal humor de su padre, Brendol Hux. Un ex militar de rango importante, quien le reprochaba constantemente por ser poco más que una molestia en su vida.

«De no ser por mí, no tendrías a nadie, no tendrías nada»

«¿Pintor? ¡¿Un pintor?! Vaya que eres un bueno para nada, igual que la inútil de tu madre»

Su voz todavía resonaba con aterradora claridad cuando Armitage lo recordaba, cada grito y ofensa, palabra por palabra, estaban grabadas a fuego en su mente.
Hux nunca lo admitiría, pero al pensar en su padre inevitablemente revivía los malos tratos a los que solía ser sometido, experimentando una espantosa, violenta regresión hacia su infancia, sintiéndose de inmediato insignificante, diminuto, indefenso y vulnerable... No se supone que los recuerdos entre padre e hijo sean así.

*

"¡Alguien vendrá por mí!" Gritó el de cabello rojizo, al unísono con la porcelana fragmentándose contra el suelo.
Casi al instante escuchó una inesperada risa, sigilosa e inquietante, que amendrentó por completo toda la osadía que impulsó sus previas acciones.

Después todo ocurrió tan rápido como un parpadeo, Hux oyó una silla caer al suelo, posiblemente la de Kylo, quien se puso de pie hecho una furia. Sujetó a su víctima del cabello con rudeza y de esta forma le empujó el rostro sobre la mesa.

Armitage pudo distinguir el sabor a hierro dentro de su boca, se había partido el labio... Sin embargo, ahora mismo no sentía dolor alguno, hallándose sobrepasado por el temor.

"No, ambos sabemos que nadie lo hará"

Luego... ¿Qué sucedió? Una laguna mental, turbia y agitada no le dejaba recordar, perdió la consciencia. Lo siguiente que Hux supo fue que se hallaba en el suelo mientras alguien le gritaba cosas dignas de la destructiva lengua de su padre.

La patada en el estómago le habría hecho vomitar, si tan solo tuviera algo  para expulsar, lo único que salió de su boca fue el aire proveniente de sus pulmones. Maltratado y humillado, Hux gimoteó reviviendo una faceta infantil puntapié a puntapié, cada vez más lúcida y real.

"Deja de ser tan miserable por un solo segundo, te ves como un perro ahí abajo" Le exigía una voz fúrica y masculina, ¿era su padre o aquel desconocido? No podría decirlo con seguridad. "¿Te gusta actuar como un perro? Te mostraré lo que le ocurre a los malditos perros cuando no paran de lloriquear"

*

Podía sentir los eslabones fríos de una cadena alrededor de su cuello, el retintín del metal sobre el suelo áspero del cobertizo le erizó la piel.

Armitage se apoyó sobre sus manos y rodillas, sin encontrar un ápice de fuerza en todo su ser que le instara a continuar la cansina labor de ponerse de pie. Estaba cansado.

"¿Por qué?" La pregunta iba y venía, oscilando sus pensamientos y enterrándose en su mente como una astilla venenosa. Todo esto le parecía un oscuro chiste del destino, justo cuando creyó haber dado fin a una copa amarga en su vida, lo que consiguió fue servirse la botella entera, rebosante de desazón.

Una luz fría se encendió, la lámpara en la pared emitía un zumbido leve e irritante en el cual prefirió centrar su atención, ignorando por completo al hombre que se hallaba de pie frente a él. "Aprenderás a ser educado y agradecido"

Solo hubo silencio, un tazón metálico se deslizó por el suelo de piedra hasta quedar a su lado.
"Ahora come" Armitage podía reconocer ese olor, comida para mascotas, para perro.

Su siempre maltratado orgullo, acostumbrado a manifestarse a la defensiva, dibujó la mueca de una sonrisa incrédula en su agotado gesto mientras que la ira, otra vez avivando su valor, le llevó a levantar por fin la mirada hacia aquel infame desconocido. Ver su dignidad ser pisoteada le irritó de una forma inconcebible. Hux clavó sus dagas jade, letales y ardorosas sobre aquel hombre. "Tú primero"