Capítulo VII

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Volvemos a las narraciones con nuestra Maya 🫶🏻

7 - ¡Patina!

Al salir del cine no pensé dos veces antes de agarrar mi tabla y deslizarme por las calles de Okinawa.

Para ser sincera, ese día no estaba pensando demasiado mis acciones.

Escaparme de mi madre había sido totalmente improvisado, cuando vi a Miya tan arregladito y guapo esperando por mi me dolió la idea de que no pudiéramos tener la cita.

Porque era una cita, ¿no? ¿Que chico invita a una chica al cine si no porque es una cita?

Eso tampoco lo pensé demasiado, pero patinando bajo las estrellas de Japón junto con Miya, me di cuenta de que tal vez mi sentimientos por él eran mutuos.

En ese momento, como todo aquel día, no lo sobrepensé demasiado y dejé llevarme por las emociones.

De alguna manera empezamos una carrera. Era impresionante como nos desafiábamos sin cruzar ni una palabra. Ambos sabíamos lo que quería el otro.

Nos deslizamos cuesta abajo, sintiendo la brisa en nuestros rostros. Me giré para verlo pero él ya me estaba mirando. Le sonreí.

Los latidos de mi corazón eran rápidos.

Llegamos a un parque donde decidimos descansar un poco.

—Oye... —empecé —¿Porque perdiste contra Snake? —la pregunta le pilló desprevenido. Avergonzado, apartó la mirada.

—Era mucho mejor que cualquiera de nosotros do... —lo interrumpí negando con la cabeza.

—No, eso no. Estabas raro, no patinabas como siempre lo haces.

—Oh... —pareció incómodo y por un momento iba a decirle que no hacia falta que lo contara, pero agarró confianza y se giró hacia mi dispuesto a explicarlo —Estaba nervioso. No por la carrera, si no por mis sentimientos. Había algo que nublaba todos mis pensamientos. Estás todo el tiempo en mi cabeza, solo pienso en ti y en que debo decirte lo que siento.

Hubo un pequeño silencio. Eso... ¿Había sido una declaración? Si, estaba segura. Hacia tiempo ya que sabía que los sentimientos eran mutuos, pero no quise decir nada, quería que todo fuera a su debido tiempo.

Tomé su mano y le di pequeñas caricias. Él me miró directamente a los ojos y sonrió nervioso.

Fue rápido, su rostro estaba a centímetros del suyo y sus labios chocaron con los míos en un movimiento torpe y veloz.

El corazón se iba a salir de mi pecho, la cercanía me permitía sentir sus pulsaciones, iban igual de rápido.

Ambos reímos nerviosos, pero aliviados por poder mostrar lo que nos habíamos guardado durante días.

De pronto, a la lejanía, se escuchó el sonido de una cámara. Me giré extrañada y a tiempo para ver a Reki caer de espaldas sobre un arbusto. Del mismo lugar unos mechones azules se asomaron.

—¿Langa? —miré a Miya frundiendo el ceño y él, igual de confuso, se encogió de hombros.

—¡Escóndete viejo! —ese era Reki.

—¿¡Hiromi también!? —grité sorprendida.

Los tres salieron de su escondite, el pelirrojo tenia su teléfono en una mano.

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