Me veo en el espejo y no reconozco mi propia imagen. Luzco tan diferente a lo que era un año atrás. Toda belleza tanto interior como exterior se ha esfumado por completo. Esas ganas de vivir que tanto me caracterizaban, ya no están. Lo único que puedo ver: es un maldito monstruo cada día. Mi piel, mi cabello, mis ojos, mis labios y cada rincón de mi cuerpo fue destrozado por un psicópata. Un hombre que hasta el sol de hoy, sigue allá fuera causándole dolor a cuánta niña se le atraviese en su camino.
Suelo pensar en todo lo ocurrido ese día donde por poco y muero. La razón del porque sigo con vida, ni los médicos lo saben aún; pues mi estado era tan deplorable, que no me daban si no unas cuentas horas más de vida. Pese a al diagnóstico, estoy aquí. Tratando de encontrar la manera de llegar a ese maldito que bien sabe esconderse. Los labios se me tuercen en una sonrisa poco animada y hermosa, y la voz de mi madre me irrumpe cada pensamiento que he guardado con tanto fervor en mi corazón. No veo la hora de tener a ese maldito frente a mis ojos, y poder cobrarme todo lo que ha hecho.
— Mi amor, el abogado a vuelto. ¿Qué le digo? — apenas si veo su reflejo en el espejo, pues la escasa luz no me permite verla completamente —. Pobre, ese hombre viene a buscarte cada día, guardando así la esperanza de verte...
— Dile que se vaya, mamá. Él no tiene nada que hacer aquí.
— No seas así, Jenna. Davis ha hecho hasta lo imposible para que lo recibas — suelto el aire y ladeo un poco la cabeza —. Recíbelo, ¿sí?. Hablar con alguien más que no sea tu padre o yo, te hará bien, mi amor.
— Está bien — accedo. Lo mejor es terminar de raíz con el tallo —. Dile que pase.
— ¡Me alegro mucho, mi amor! — su emoción no me contagia en lo absoluto —. Abogado, Davis. Siga, por favor.
No me sorprende que ya lo haya hecho pasar sin mí consentimiento.
— Los dejaré solos. Permiso.
— Gracias, Sra. Prince — muy en el fondo mi estómago se remueve al oír su voz —. Hola, Jenna. Me da gusto que me hayas recibido.
— Que te quede claro que es la primera y la última vez que me verás. Habla rápido y vete, por favor.
Su sombra se queda en el umbral de la puerta y me niego a sentir lo que Davis provoca en mí.
— No estés tan a la defensiva, por favor. Yo solo quiero saber que estés bien y darte mi apoyo, Jenna. No me alejes más de ti.
Rio sin gracia. Y no sé en qué momento su mano toca mi hombro. Una corriente me atraviesa de pies a cabeza ante su tacto cálido. Con la poca movilidad que poseo en mis piernas, me giro en la silla en la cual estoy sentada.
— ¿Luzco como una mujer que esté bien? ¿Acaso no ves en lo que me he convertido? — sé que él no tiene la culpa pero mis palabras salen solas de mi boca —. Ahórrate tu preocupación de dos pesos y lárgate de mi vista y de mi casa. No vuelvas nunca más, Davis.
— No me iré — se agacha quedando a mi altura. Esos ojos tan atractivos me tocan el alma. Su mirada suplicante me deja sin palabras —. Entiende que no me quiero alejar nunca de ti. Sí tan solo hubiera dado un paso más esa noche, nada de...
— Cállate, por favor — mi voz se quiebra —. Sucedió y ante lo ocurrido no se puede hacer nada. Solo continúa con tu vida y olvídame.
— No, Jenna. No has entendido — su rostro está demasiado cerca al mío. Nuestros alientos se mezclan y el magnetismo es tan grande que no puedo apartar mis ojos de los suyos —. Yo aún sigo enamorado de ti. Aún estás en mi corazón y supongo que nunca saldrás de ahí. No me pidas que me vaya porque no lo haré. Dame una oportunidad de curar tus heridas.
— ¿Qué sacas al decirme todo eso, Davis? Mírame, quién se fijaría en un monstruo como yo.
Sus dedos acarician suavemente mi rostro. Delineando con mucha delicadeza cada una de mis cicatrices, haciéndome cerrar los ojos ante majestuoso toque. Para este punto mi corazón ha perdido todo control. Después de tanto tiempo que se ha mantenido muerto, está latiendo con mucha fuerza.
— Siempre serás la mujer más bella, inteligente y valiente que he tenido el placer de conocer. Que pese a todo lo que viviste en manos de ese... — su voz ha cambiado al tratar de mencionar a Ángel Powell —. En fin. Yo te quiero tal cual eres, Jenna. No me importa tener que atravesar estás cicatrices para llegar a tu corazón. Sé que aún queda algo de esa mujer dulce y amable de hace un año. ¿Qué dices, Jenna? ¿Me darías una sola oportunidad? Prometo quererte cada día con todas las fuerzas de mi alma e incluso más de lo que ya lo hago — trago saliva y las lágrimas se acumulan en mis ojos.
Después de todo sigo siendo una débil mujer que se deja encantar con dos palabras bonitas. En mi mente no hay cabida para una relación, ni mucho menos para la felicidad. No cuando en mi corazón solo hay rencor y odio. Y más me odio a mí misma por caer en esas palabras que quizás y sean de verdad. No me dio tiempo a responder, pues sus labios húmedos y tibios se juntaron con los míos. La humedad y la calidez de su lengua me envolvió en ese juego placentero, y un quejido satisfactorio salió de su garganta al momento de alejarse de mi boca. Sí antes el corazón estaba loco, ahora ha explotado como una gran bomba dentro de mi pecho.
— Lo siento, Jenna. Ya no pude contener las ganas de besarte — descansa su frente en la mía, sin apartar su mano de mi mejilla.
— Davis, yo... — el sonido de mi computadora acalla mis palabras. Me acerco con gran esfuerzo a ella y al abrirla, una sonrisa aparece en mis labios —. Supongo que después de todo. Todos tenemos una oportunidad para hacer y sentir lo que tenemos en el corazón. Te daré una respuesta en cuanto me ocupe y me libre de esto.
— No comprendo, a qué te refieres — sonrío.
— No hay necesidad de que entiendas, Davis. Solo te puedo decir que ha llegado mi anhelado momento para arrancar muy lentamente esa atadura que me lleva a rastras a dónde quiera que vaya.
— Sigo sin comprender.
— Que por fin se hará justicia y no precisamente a manos de los que según son los encargados de ella. ¿No has visto que sigue suelto y haciendo el mismo daño a esas pobres niñas?.
— ¿Qué planeas hacer, Jenna? Deja todo en mis manos, yo mismo me encargaré que pague por todo — he tenido mucho tiempo para planear la una y mil maneras en las que Ángel Powell pagará por todo.
— Muy tarde, Davis. El lobo será cazado muy pronto. Y todas sus víctimas serán libres por fin. Nada ni nadie me lo va a impedir. Él será completamente mío.
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Mr. Powell[✓]
Short StorySolo busco alimentar a cada uno de mis demonios, esos mismos, que me susurran al oído que los mantenga vivos con cada gota de sangre que derrame tu puro cuerpo.