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Desperté desorientada y con un terrible dolor de cabeza. Al abrir por completo los ojos y acostumbrarme a la poca luz de la habitación, me incorporé un poco para asegurarme que todo había sido una horrible pesadilla. Sin embargo, ese demonio tiene la mirada fija sobre mí, sentado en un sillón. Mi pulso se volvió a disparar ante la sonrisa torcida que me dio desde aquel rincón. Hubiese dado mi vida porque todo fuera un sueño y no la maldita realidad.

— Que bueno que has despertado, mi bella durmiente — se levantó y caminó hacia mí. Me quedé quieta viéndolo fijamente—. ¿Tienes hambre, mi amor? He preparado algo ligero y rápido para que comas.

— No quiero nada — se sentó a mi lado y tensé el cuerpo. Lleva puesta la camisa de Davis. Las lágrimas amenazan con volver a salir. El dolor en el pecho es incesante.

— Debes comer, corazoncito. No quiero que enfermes por no alimentarte correctamente — me negué. ¿De dónde mierda ha sacado comida? —. Eso sí, hice lo mejor que estuvo a mi alcance. Pues en la cocina no había absolutamente nada. Te traeré la comida, no me importa tener que alimentarte por mi cuenta.

Agarró mi mano sujeta de la cadena, y dejó un beso en el dorso de la misma antes de salir de la habitación. Me desmorone en cuanto cruzó la puerta. Sé que no puedo hacer nada y lamentarme no lo traerá de vuelta. Pero este dolor es tan grande, que siento morir muy lentamente. Mi vida se ha ido junto a la de él. Al cabo de varios minutos después, regresó con una bandeja de comida en sus manos.

— Te comerás todo, mi amor. Desperdiciar la comida se considera como un pecado — dejó la bandeja a un lado de la cama. Me ayudó a sentar, ya que de por sí, me tenía asegurada —. Abre la boca, mi reina.

Levantó la cuchara y la acercó a mi dirección. Por instinto apreté los labios fuerte para no darle entrada. La comida no se ve nada mal. El trozo de carne se ve muy fresco y normal, pero el hecho de que tenga alguna cosa que me afecte, no me permite comer.

— Abre la boca — advirtió.

Acercó la cuchara mucho más y con la misma presionó mis labios obligándome a abrir la boca. En efecto no sabe para nada mal, al contrario, la carne sabe muy bien. ¿Por cuánto tiempo estuve desmayada? Me cuestioné. El autoservicio queda a kilómetros de aquí. No sé cómo le hizo para conseguir comida.

— Niña buena — el estómago me rugió, y no tuve de otra que comer de la carne y el arroz que Ángel preparó —. Ya mañana comerás algo mucho más decente que esto, mi amor. La reina de papi merece lo mejor y no esta carne de tan mala calidad.

Cada trozo de carne sabía mejor que el anterior, eso no lo puedo negar. Al terminar con la comida me facilitó un vaso de agua el cual tomé con su ayuda, ya que mis manos están una a cada lado de mi cuerpo y, muy bien aseguradas a las esposas y cadenas.

— También nos iremos en cuanto anochezca, no quiero invitados no deseados en nuestro reencuentro — limpió mi boca con un pañuelo, cuyo me sacó una lágrima de inmediato —. No vale la pena llorar por alguien tan insignificante que ya ha muerto — sonrió ladeado y trazó con sus dedos un camino por mi cuello —. Te necesito casi como tú me necesitas — me ericé al sentir el tacto de su mano tibia en mi piel —. Eres mi aire, mi dulce Jenna. Lo que necesito para vivir, morir y volver a vivir. No necesito a nadie más que no seas tú. Te amo con todas las fuerzas que habitan en mi alma. Dime, ¿tú me sigues amando? Y quiero la verdad.

Me quedé callada solo escuchando mi propio respirar agitado ante las suaves caricias de Ángel. Cerré los ojos y negué con la cabeza. Su mano se envolvió en mi cuello, obligándome a abrir los ojos instantáneamente al apretarme un poco. Sus ojos no se ven furiosos como en otras ocasiones. Ellos solo mostraron tristeza y gran vacío.

— Tú silencio me mata, Jenna. ¿No me puedes amar con la misma fuerza que lo hago yo? — mi corazón salió por mi boca y sus labios me lo devolvieron a la garganta al adueñarse de los míos por completo, en un beso muy suave y pausado el cual correspondí sin razón ni motivo —. Tus acciones me desconciertan, Jenna. Unas veces muestras ese gran odio y otras, esas ganas de querer más de mí...

Me ahogó con otro beso más profundo y largo que el anterior. No sé que me pasa, pero sus besos no me son asquerosos, de algún modo se siente bien ser besada de esta manera tan poderosa. Mi cabeza me recriminó por pensar que es agradable ser atendida por este hombre que odia mi corazón. No obstante, mi cuerpo se va calentando con la intensidad de sus besos. Un gemido involuntario escapó de mi garganta, y aprovechó para introducir su lengua en mi boca; acción que me calentó mucho más. No debería estar así, pero el calor se ha expandido por todo mi cuerpo. Necesito bajar el calor que me está consumiendo viva. Lágrimas tristes, frustrantes y rabiosas caen de mis ojos con fuerza. Pues cómo es posible que mi cabeza diga que no quiere nada de esto, pero mi cuerpo y mis labios exigen más de él. Nuestras respiraciones están muy aceleradas debido a la falta de aire en los pulmones.
Nuestros labios no quieren separarse, y eso me hace doler el corazón inmensamente. ¿Qué demonios está pasándome? Seguramente debió poner algo en la comida, pues nunca había sentido este gran fuego en mi interior.

Mr. Powell[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora