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El veneno del amor mata el alma, de manera lenta y pausada; poco a poco hasta que el cuerpo deja de respirar, para convertirse preso de un sentimiento que lleva a la locura.


Su boca descendió por mi cuello y mordí mis labios con fuerza para no emitir ningún sonido. Me parece estar viendo los ojos de Davis por cada rincón de la habitación, diciéndome con la mirada que estoy haciendo muy mal en disfrutar los besos que va proporcionando este ser por mi cuerpo. Cerré los ojos e imaginé que era él quien me tocaba el alma con sus labios, e inmediatamente un gran gemido escapó de mi boca al ser mordida en uno de mis pezones ya erectos. Mi vientre percibió un fuego nunca antes vívido. Mis piernas y mi vagina hormiguean levemente por cada espasmo que siento en el cuerpo. La razón se ha nublado, pues soy incapaz de decir palabra alguna. De mi boca solo escapan sonidos que ni yo misma me había escuchado antes. Traté de moverme pero las cadenas me trajeron a una realidad de la cual no puedo escapar.

— ¿Qué me has dado? — gemí.

— Me has dicho que no sientes nada, pero al parecer me dijiste mentiras. Mira cómo reaccionas a mis caricias, mi amor.

Cruzamos mirada y el fuego incrementó. No quiero esto de nuevo. No deseo ser violada por segunda vez por el mismo hombre. Más lágrimas de impotencia bajaron por mis mejillas. Ahora estoy más que segura que he nacido para alimentar a un maldito demonio con mi propia vida. El tiempo se fue de mi cuerpo, y mi cuerpo se fue en sus manos. Tal cual hizo y deshizo conmigo como la primera vez. Despojó toda prenda de mi cuerpo, arrancándola con fuerza de mi piel. Recuerdos vivos de esos días volvieron a mí mente con cada beso que deja en mis piernas. Sus labios no los siento del todo en esa zona, pero ahí está esa aguja llena de veneno lista para matarme a cualquier momento.

Me quedé con la mirada fija en el techo mientras escuché el cierre de su pantalón. El fuego en mi vientre aún sigue, pero la sensibilidad de mi cintura hacia abajo es muy mínima, cosa que solo siento hormigas paseando por esa zona que quedó destruida. Grité por la necesidad de acabar con esa extraña sensación que ha invadido mi cuerpo, y que crece con el pasar de los segundos.

— ¿Lo sientes? — azotó mi vagina con su pene —. Sientes lo duro que me pones con esos gemidos y gritos tan dulces que me das — elevó mi cadera y sentí levemente como se presionó contra mí —. Estás muy húmeda, estrecha y deliciosa. Tú vagina me dice que es solo mía. Que soy el único que ha cavado en lo más profundo de ti, ¿no es así, amorcito? ¿O también le has abierto las piernas al puto del abogado?.

La estocada dura y profunda que me dio la sentí claramente. Daba por muerta aquella zona, pues en varias ocasiones tuve que usar pañales porque la orina salía momentáneamente sin darme aviso a nada. Su cuerpo golpeó contra el mío con rabia, sin pudor. Como si estuviera descargando toda sus frustraciones conmigo. Lo escuché gemir como cerdo y mi estómago se revolvió. El asco está en mi mente, pero ese fuego en mi cuerpo aclama y pide por más. No puedo evitar sentirme mal. No genera ningún tipo de reacción en mí, y su rostro se ve reflejado que disfruta el tenerme por completo para él. Sus movimientos cada vez son más bruscos y profundos. Hice puños mis manos y cerré los ojos a la espera a que acabara. El sonido de nuestros fluidos se oye a la perfección, sin embargo, tiempo después de sentir las presiones; dejé de sentir lo que estaba haciendo conmigo. La sensibilidad llega por momentos, es por eso que mis terapias eran intensas y algo pesadas.

No sé por cuánto tiempo estuvo dentro de mí. Se recostó sobre mí, y siguió moviéndose a la par que sus labios se unieron a los míos. Las presiones eran suaves, y en algunos momentos simplemente no había sensación de hormigueo. El fuego parecía disminuir de mi cuerpo. El frío ya estaba penetrando mis huesos, y más sin embargo, Ángel siguió taladrando un punto muerto.

— Mi dulce Jenna — gimió mordiendo mi labio inferior. Mi cuerpo vibraba, pero del llanto incesante que se adueñó de mí —. Qué voy hacer contigo, mmmm. ¿Dime? Qué hago con esta necesidad tan grande que siento de tenerte para siempre y asesinarte a la vez — rodeó mi cuello con su mano y la presión y el cosquilleo volvió electrocutando todo mi cuerpo —. Creo que voy a tener que pensar muy bien lo que voy hacer contigo. Sí te dejo conmigo, te haré mi esposa. Pero si te mato, nunca más tendré la dicha de sentir esta cueva tan caliente y húmeda que es mía. Bueno. Ya veremos que nos depara el destino, mi amor.

De su garganta salió un fuerte gemido al tiempo que me presionó con su cuerpo fuertemente. Supongo que ya ha acabado, pero me equivoqué. Descansó por varios minutos y luego volvió a tomarme pero con mucha más furia que la anterior. Mis ojos se volvieron a nublar de negro, y entonces, los golpes impactaron en mi rostro, mis senos y mi estómago. Los gritos me quemaban la garganta. De nuevo suplico y aclamo por ayuda, pero nadie vendrá esta vez por mí. Me va a matar, y eso sería un gran placer para mi tormentosa vida; pues prefiero la muerte que seguir viviendo en el infierno del Sr. Powell.

Mr. Powell[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora