Epílogo

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Era invierno, la lluvia cubría los rostros de la multitud presente alrededor del ataúd, cuyo bajaba lentamente mientras se mezclaba con los llantos incesantes de una madre y un padre, que sufrían el dolor de la partida de su hija. Un tesoro de buen corazón, que cayó en manos equivocadas. Jenna Prince, soportó el sufrimiento en carne viva por tanto tiempo, exclusivamente, para que la vida misma se le apagara junto a la de su perpetrador. Las gotas eran fuertes igual a las del inmenso dolor que llevaba una pareja en su corazón. No entendían el por qué le tuvo que suceder aquellas cosas a su hija, al amor de su vida, a la niña consentida que dio felicidad a un hogar.

El aire percibía el dolor agudamente, estallando en llantos en miles de personas que se negaban ante lo ocurrido. La pequeña Tamara, se inclinó hacia el ataúd; las lágrimas caían en silencio de sus ojos azules sobresaliendo por esas marcas que le quedarían de por vida. Aquella mujer le salvó de morir en manos de ese hombre que tanto la lastimó. Apenas con quince años, fue noticia nacional cuando desapareció, y mucho más, al ser la víctima más joven y sobreviviente de Mr. Powell.

Ángel Powell de treinta y dos años de edad, fue hallado muerto en una cabaña lejana de la sociedad, sobre el cuerpo de una mujer que vivió para morir. El carismático profesor, como muchos de sus alumnos y colegas lo describían; guardaba dentro de lo más profundo de sí, una atracción inevitable hacia sus alumnas. Veinte víctimas en total, fueron encontradas por las autoridades del pequeño pueblo donde dio origen a uno de los monstruos más despiadados y crueles de los últimos tiempos.

Cada flor fue reunida en un estado quebradizo al centro de sus tallos, imposible de volver a ser una flor completa, hermosa y brillante.

Murmullos era lo único que percibía Tamara, viendo el cofre café ser cubierto por la tierra. Recordó ese día en que la vio, tan deplorable, tan triste, tan vacía; sentada en una silla de ruedas con el rostro y parte de su cuerpo totalmente triturado. También llegó a su mente las palabras y el acto que la llevó a la muerte. Agradeció en el fondo de su corazón que un ángel haya decidido ayudarla, aunque en el proceso, ese ángel viajó directamente al cielo.

¿Cuántas niñ@s, mujeres, hombres e incluso adultos de la tercera edad, son perpetrados por alguien cercano o lejano?.

¿Cuántas personas en el mundo sufren atrocidades en manos de esos seres sin corazón ni sentimientos?.

¿Cuántos mueren horriblemente por los actos que le genera placer a una persona concientes del daño que provoca?.

Miles, y muy pocos son los que tienen la fortuna e infortunio de quedar con vida; con aquellas marcas por el resto de sus vidas. La vida misma se encargará de borrar aquellas huellas, pero, ¿se olvida del todo el sufrimiento que vivieron sin merecerlo?.

Se puede llamar injusticia celestial o terrenal, se puede decir que los más indefensos no lo merecen; mientras esos seres siguen alimentándose del placer y la satisfacción, a lo que, una familia se desmorona a causa de dolor y el sufrir.

Es incierto, no hay ciencia, no hay investigación que determine que aquellos actos vayan a terminar algún día. Pero, se puede prevenir, al menos una víctima de cinco logran ser salvados antes que sean victimizados. No obstante, ¿de qué sirven las estadísticas si aún está el peligro latente en las calles? Absolutamente de nada.

—Ya te quieres, mi amor — preguntó suavemente la mujer a su hija, mientras la niña era la última persona aún presente en el cementerio —. Estás mojada y puedes enfermar, te haré una sopa.

—Quiero quedarme otro poco con Jenna — susurró preguntándose cómo funcionaba la vida de irónicamente.

—Bueno, mi amor...

—Caminaré por ti, Jenna — susurró ella observando la foto de la mujer con una sonrisa tan deslumbrante, una que no conoció.

Su cuerpo se alivió, sabía que por fin había llegado la paz al infierno. Se veía con la piel suave y brillante, con una hermosa sonrisa en los labios y un brillo sin igual en los ojos. Su rostro, sus piernas y todo su cuerpo estaba en perfecto estado. Caminaba tranquilamente bajo el brillante sol que no había visto en muchos tiempo. La oscuridad ya no existía, su corazón muerto sentía felicidad y tranquilidad. La belleza había regresado a su alma, ahora, como un bello ángel; el cual nunca dejó de ser...


Mr. Powell[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora