9. Yo a diferencia de él.

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André.

La había cagado, definitivamente debía ser eso.

¿Que esperaba? Aún me pregunto que esperaba que pasara al intentar (con éxito) besar a Mathya Pérez, el hombre que llevaba conociendo hace meses y que se había vuelto como mi más grande amigo, Pérez el que me entendía y el mismo Pérez que estaba saliendo de una depresión por la muerte de su prometida,

Entonces me pregunto, ¿Que mierda esperaba?

Por supuesto que iba a actuar extraño, pero él mismo se acercó, él mismo me tomó del rostro y me acercó.

Todo era realmente ridículo.

—Pérez..—Intenté decir cuando me interrumpió y al escuchar su voz rota suspiré pesadamente aguantando las ganas de llorar.

Hace un tiempo ya, me había dado cuenta de mi amor por Mathya, sí, me gustaba, sí, estaba enamorado de él y de su forma de ser, de como podía estar tan completo aún sintiéndose roto.

Podía entender el conflicto por el que estaba pasando Mathya, claro que lo hacía. Pero algo que nos diferenciaba era que yo me había aceptado, había sido un proceso duro pero lo había hecho.

Desde los 12 sentía que algo en mi andaba mal, algo en mi no encajaba.

Primero fue con el niño de la primaria que vendía lápices, su nombre era Joshua Pitterson y era un año mayor que yo.

Era de cabello oscuro, piel morena, rizos y sonrisa blanca y sincera, no me sentí mal por notarlo lindo o atractivo, suponía que admirar la belleza humana no era un delito,

Pero todo fue preocupante cuando sentía nervios y "mariposas en el estómago" cuando Joshua estaba cerca, cuando hablaba con él y no podía evitar sonrojarme. ¿Lo más preocupante? Cuando nos besamos una mañana luego de escaparnos de la clase de biología para ir detrás de una biblioteca a darnos besitos inocentes.

A los 17 tuve mi primer novio, a escondidas por 2 años, su nombre era Beniccio Farrell y era hijo de uno de los socios de Mamá.

Mi relación con él durante su tiempo fue de ensueño, Beniccio era atento, respetuoso, amoroso, considerado, guapo y todo lo demás.

A los 18 decidimos decirle a nuestros padres sobre nuestra relación, (vale recalcar que eran otros tiempos, no era casi el 2000 donde ser homosexual ya no era tan visto como un fenómeno, eran los 80) no salió del todo bien nuestra idea.

Mis padres lo tomaron mejor que los Farrell, los cuales enviaron a su hijo a servir en la milicia de Francia, luego de ser reprendido y abofeteado por su conservador padre.

A mis papás no les sorprendió, me dijeron que lo sospechaban por lo cual no era una novedad, lo contrario, esperaban con ansias que estuviera listo para que les tuviera confianza, y que se sentían orgullosos de mí.

Más nunca volví a ver a Beniccio Farrell, el castaño de ojos mieles. Lo último que supe fue que luego de dos años estaba sirviendo a las fuerzas armadas de Europa, preparándose para servir a la élite en unos años más.

Luego de Farrell fueron pocos las relaciones que había tenido, lo había intentado con Fabrizio pero al darme cuenta que solo me utilizaba quise dejarlo y no seguir.

Hasta que apareció Mathya, un hombre que podía llamarse roto, pero era un saco lleno de sueños y esperanzas, solo le faltaba un apoyo, un artista, un chico divertido y con personalidad que me hacía ver todo diferente.

———

—Me...—Intentó decir pero su voz se cortó, aclaro la garganta y siguió. — ¿Me llevas a casa? —

Las estrellas de tu garganta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora