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Pedido por Shinichi_Sakuragi

UNIVERSO
ALTERNO.

Él dijo  que su único
amor, venía del océano”.

John Lawrence había sido el único hijo de la reina Laura, aquella que había quedado viuda el mismo día en qué dio a luz. Según cuentan las leyendas del reino, el hombre que fue nombrado el mejor rey cayó presa de un hechizo proveniente del oscuro océano, dado que, de otra forma, el hombre jamás se hubiese tirado del balcón del castillo hacia las cubres dónde el mar chocaba con las piedras. Dejando sola a la reina, legítima soberana, ella se encarga de darle a su hijo las mejores enseñanzas para que pudiera manejar el reino con el legado de ser recordados por cosas buenas.

Solo que el príncipe John había nacido con la maldición —según el general Kreese—, de amar demasiado el mar y lo que esté podría esconder. El joven chico tenía mañas desde pequeño, sobre alejarse del reino y correr por las costas del mar, para luego ensuciar sus ropas de arena. Era imparable, en palabras del resto, un rebelde que no quería pasar sus días solo leyendo de lo que el mundo tenía y no poder explorarlo.
Pero aquella chispa que inquietaba a las personas como el general Kreese, haciendo sonreír a la reina de forma orgullosa. Podía verse reflejada en su propio hijo, las aventuras, querer caminar y quedarse quieta. Sin embargo, esas no eran las cualidades de un rey. Un rey debía mostrar seriedad, amor por su tierra patria, valor para estudiar y conocer sus gentes. El deseo de la aventura del príncipe John debía morir. Lo cual, más que nada había roto el corazón de su madre.

Es así, como un día antes del cumpleaños número dieciocho del príncipe que será coronado, la reina Laura busca a su más fiel servidor; el siempre amigable Bobby Brown, diez años mayor que su hijo, pero con el brillo de la juventud en él. El regalo de aquel año, debe ser algo que su hijo recuerde por siempre, lastimosamente lo último que podrá ver.

—Busca a la tripulación Cobra, y ve con ellos. Mí regalo, para el príncipe Johnny es una aventura al mar. Guía el viaje antes de llegar a las fronteras del Norte. —habló, con voz suave.

Tras las preparaciones, los pueblerinos celebraron interiormente la propia felicidad de su príncipe, quien nada sospechaba de lo que ocurría. Johnny — siempre, porque le parecía más cercano— se encontraba soltando entre los techos del pueblo, siendo seguido por su perro de aspecto hiperactivo. Hasta que una trompeta sonó y, Johnny sintió algo de pánico, llegando tarde a su propio cumpleaños. Al menos a la celebración interna. Solo que al llegar a los pies de la entrada del castillo, Johnny vio a su madre, junto a unos jóvenes marineros. Confundido, quiso saber:

—¿Se presenta algún viaje hacia otro reino, madre? —preguntó dudoso. Pese a no ver al resto de consejeros que solían acompañar a la mujer en esas cosas.

Laura sonrió.

—Feliz cumpleaños, hijo mío. Sé que serás un gran hombre, por eso también, te doy con gratitud mí regalo. Un viaje, un barco y tu propia tripulación. Ve, y conoce más allá del arrecife.

Ante las palabras de su madre, el príncipe se vio sorprendido. Una de las cosas que no pudo imaginar fue tener en parte, su propio viaje hacia alta mar. Sin pensarlo mucho, el resto comenzó a seguirle hacia el barco, se veía firme y recién pintado, el chico tragó saliva, se sentía demasiado abrumado por la idea de ir más allá. Su perro, que nunca lo dejaba solo subió sin mayor importancia hacia el barco, seguido de Bobby Brown.
Allí, en alta mar, con las velas alzadas, el aroma salado y el mediano meneo causado por las olas, hicieron el corazón de Johnny saltar. Aquello era libertad, las voces de la tripulación se comenzaron a alzar.

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