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Ojos. Esos malditos ojos me jodieron para siempre. Me hicieron el amor con solo mirarlos.
Charles Bukowski.

¿ Lo odiaba ? No, claro que no. Lo había dicho por puro impulso. Salí del auto hecha una furia y me alejé lo más que pude , pero él me siguió .

- ¿ Por qué te afecta tanto esa estupidez ? - me gritó .

- Ellos son mis amigos ¿ sabes ? - dije enojada - Odio cuando te comportas como un cretino.

- Deja de decir que me odias - dijo con los dientes apretados.

- Deja de darme motivos - repliqué .

Enoch se acercó a mí con tanta rapidez que retrocedí un par de pasos por el impacto. Agarró mi rostro entre sus manos y unió nuestros labios en un suave beso. Me quedé completamente sin aire y los latidos de mi corazón se aceleraron. Maldije internamente por hacerme agua entre sus manos y caer tan fácilmente ante él. Él era una droga que me mantenía adicta, y qué puedo decir, drogarse cuando ya estás drogado es lo mejor que hay. Fue un beso bajo las estrellas , mágico y fugaz.

- ¿ Por qué hiciste eso ? - reclamé con la respiración agitada.

- Solo quería darte otro motivo para que me odies.

Volvimos a la carretera, y el ambiente en el interior del auto se volvió incómodo. Nadie se atrevió a decir ni una palabra .

El viaje se me hacía infernal por tener a Enoch tan pero tan cerca de mi y no poder tan siquiera besarlo. Al salir al mundo real, mi cuerpo y mi mente habían comenzado a cambiar . Sentía cosas nuevas, y pensaba de maneras muy poco sanas. Ya no solamente amaba a Enoch, también lo necesitaba, lo deseaba. La cercanía de nuestros cuerpos y la lejanía de nuestras mentes no ponían las cosas fáciles.

Fuimos llegando a las grandes ciudades de la costa este. La primera, Washington D.C. Según viajábamos nos acercamos mucho a un punto marcado en uno de los mapas de Abe. Nos planteamos si parar a echar un vistazo .

- Podría ser una cada segura - dijo Millard - O una guarida de asesinos. Imposible saberlo.

- Todas esas marcas podrían señalar distintos bucles - sugirió Victor.

- O distintas novias - soltó Enoch y le di un codazo.

El teléfono de Jacob sonó, y este lo contestó para luego conectar el altavoz, con temor de que pudiese tratarse de Miss Peregrine.

- ¿ Hola ? ¿ Jacob ? - respiramos aliviados al ver que era Horace y no la ymbryne.

- Estamos todos aquí - dijo Millard .

- Gracias a Dios - suspiró Horace - ¡ Temía que estuvierais todos muertos!

- ¿ Cómo ? - se sorprendió Emma - ¿ Por qué?

- Yo, eh…, da igual.

Conocía lo suficiente a Horace como para saber que había tenido un sueño, pero no quería que preocuparnos.

- ¿ Son ellos ? - oímos preguntar a Bronwyn - ¿ Cuándo van a volver ?

- ¡ Nunca ! - gritó Enoch.

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