Capitulo 19

228 22 15
                                    

Brittany estaba acurrucada en la cama, envuelta en su capa, con la manta atada a los hombros para que le diera más calor y escuchando cómo el viento aullaba a través de la ventana. No sentía nada, nada en absoluto. Para sobrevivir, había forzado su cuerpo y su mente a un estado de entumecimiento. El tiempo carecía de significado. ¿Llevaba en la Torre una semana o dos? Parecía una eternidad. Observó con escaso interés cómo las ratas jugaban a perseguirse.

Había perdido todo el miedo por aquellas odiosas criaturas que habían engordado con la comida que ella no probaba. Sus travesuras habían sido una diversión que servía para que Brittany olvidara su desgracia.

Acostumbrada como estaba a las interrupciones externas, no prestó atención cuando se abrió la puerta de su cuarto. Supo sin necesidad de mirar que el celador había entrado con un cuenco de gachas, del que sin duda disfrutarían las ratas en cuanto él se marchara.

Brittany volvió a desear, y no por primera vez, tener algo decente que comer, pero sabía que tenía pocas posibilidades de conseguirlo.

A menos que sus circunstancias cambiaran, sin embargo, Brittany temía no vivir lo suficiente. No tenía espejo, pero sabía que los kilos de su cuerpo se habían derretido, y que tenía las mejillas hundidas y los ojos sin brillo. ¿Estaría cercana la muerte?

¿Por qué la había abandonado Santana? ¿Era mentira todo lo que le había dicho? Brittany dejó caer la cabeza sobre el pecho. Estaba herida, desilusionada, y desprovista de toda esperanza. No es que la Justicia fuera ciega; en su caso, sencillamente, no existía.

-Señora, ¿te encuentras mal?

Brittany levantó la cabeza. La voz no pertenecía al celador.

-¿Me has oído, señora?

Era el teniente Burt.

-Sí, te he oído. ¿Qué es lo que quieres?

-Tienes que venir conmigo. El rey desea verte.

La opacidad desapareció de los ojos de Brittany, y fue lentamente remplazada por un cauteloso entendimiento.

-¿El rey quiere verme? ¿Me ha condenado a muerte? –

No lo sé. Una vez que hayas salido de aquí, ya no eres responsabilidad mía.

Brittany se levantó vacilante, un remanente de orgullo innato se reafirmó en su interior.

-No puedo aparecer así delante del rey. No me he dado un baño decente en más días de los que me atrevo a contar, y mi ropa apesta.

Burt se acercó a Brittany y arrugó la nariz mientras aspiraba con cuidado el aire.

-Sí, señora, lo cierto es que te rodea un olor apestoso.

-Y bien -inquirió Brittany con un deje de su antiguo valor. -¿Qué piensas hacer al respecto? -reafIrmarse la hizo sentir tan bien que automáticamente adquirió la postura que acompañaba a su actitud.

-Sígueme. Hay una sala de aseo cerca de mis aposentos. Puedes utilizarla.

-¿Y qué hay de la ropa? Me niego a presentarme ante el rey vestida como una pordiosera.

-Veré si mi esposa tiene algo que te puedas poner. Ven conmigo.

Brittany cogió su mochila y siguió a Burt por tortuosos pasadizos hasta llegar a la sala de aseo de sus habitaciones privadas. La emoción se apoderó de Brittany cuando vio la gran bañera de madera que había en el centro de la pequeña sala. Burt llamó a un criado y ordenó agua caliente para la bañera.

-No te demores -le advirtió. -Al rey no le gusta que le hagan esperar.

Media hora más tarde, con un deslucido pero limpio vestido de sarga que la mujer de Burt le había prestado generosamente, Brittany estaba preparada para conocer su destino. La amable señora incluso le había llevado una pastilla de jabón de dulce aroma y una toalla, y le había deseado suerte. Brittany acababa de pasarse el cepillo por el cabello húmedo cuando Burt regresó.

El Sabor del Deseo (ADAPTACION BRITTANA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora