Si alguien veía a los cinco jóvenes metidos en la habitación de Caleb, pintándose el cabello entre ellos y riéndose de vez en cuando, podría llegar a decir que eran jóvenes completamente normales, con vidas como las de cualquier otro.
Podría llegar a pensar que no habían sufrido todo el mal que el mundo podía hacer.
—Gabriel, deja de moverte.
—Es que pica.
—¿No serás alérgico, verdad? —le preguntó Caleb.
—Ya me lo he pintado antes —respondió—, pero pica.
—Falta un mechón. Ya casi termino —le dijo Alexia, pero Amber tuvo la impresión de que ese «ya casi termino», era realmente un «ya cállate».
La mirada de Amber se dirigió a la esquina de la cama donde Jaden estaba sentado, con el cabello completamente negro. Amber se lo había comenzado a pintar un poco antes de que Alexia comenzara con Gabriel. Ahora él solo estaba dejando reposar el tinte para poder enjuagarlo.
Jaden los veía como si fueran parte de una película y él estuviera del otro lado de la pantalla sin poner mucha atención. Parecía perdido, y parecía que posaba la mirada en todos de vez en cuando para asegurarse de que lo que estaba viviendo era real.
Cuando sus ojos se detuvieron en los de ella, pudo ver el dolor que se estaba esforzando por ocultar. Se dio cuenta de lo acostumbrada que estaba a que los ojos de Jaden fueran brillantes, a que él estuviera siempre con una sonrisa en el rostro, dándole ánimos a los demás. Y entonces le dieron ganas de llorar; sabia que esos ojos iban a estar apagados para siempre si no lograba ayudar a Lizet. Y la tristeza la inundó de repente, la idea de no volver a ver al Jaden que había conocido y que había sido amable con ella desde el primer momento, que parecía ser un rayo de luz andante, se vio como una posibilidad terriblemente real y próxima.
Casi como si pudiera leerle los pensamientos, él intentó darle una media sonrisa, e inmediatamente después se dirigió al baño para enjuagarse el cabello. Y casi como si una fuerza la empujara, fue detrás de él.
Había dejado la puerta del baño entreabierta, y por fuera podía ver cómo él se estaba mirando en el espejo, con las manos apoyadas a cada lado del lavamanos, como si eso fuera lo único que lo mantenía de pie.
Sus ojos volvieron a cruzarse a través del espejo, fue cuando se detuvo a mirarse a ella misma, y se preguntó si Jaden se veía a él como ella se estaba viendo: como una completa desconocida. Olvidaba que ahora su cabello era completamente gris, al igual que sus ojos. No quedaba ningún rastro del cabello castaño y los ojos avellana que había tenido, y que había visto a diario durante los diecisiete años de su vida.
Diecisiete años, casi dieciocho. Era una vida corta, y aún así, durante las últimas semanas sentía que había vivido cien años. Siempre se preguntaba por qué se seguía viendo a sí misma como una niña y veía a los demás de una manera completamente diferente; aunque tenían la misma edad que ella, los veía mayores, más maduros. Al ver su reflejo se dió cuenta de que tal vez había sido afortunada de no recordar los malos momentos de su vida, ahora no se reconocía en el espejo, y estaba segura de que era por todo lo que había pasado y por todo de lo que se había enterado. Lizet era un año menor que ella, pero al conocerla la había visto mayor; igual que Alexia, ella tenía casi la misma edad que Amber, y aún así, Alexia aparentaba dos o tres años de más. Con Jaden y Gabriel pasaba lo mismo. Jaden tenía dieciocho y Gabriel diecinueve, y ambos parecían ser unos cuatro años mayores que ella.
Todos eran unos niños y a la vez no lo eran.
—¿Qué ves?
—Nada, realmente —contestó, aún con la vista fija en el espejo.
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Defectuosos
Science FictionSin saberlo, Amber Williams ha vivido escondida toda su vida; sin tener recuerdos claros sobre su infancia y creyendo que era de esas personas afortunadas que podían vivir sin tener que estar huyendo todo el tiempo. Hasta que un día despierta y comi...